Salvar al soldado Euro (reloaded)

Europa

Salvar al soldado Euro (reloaded)

Josep Lladós, profesor de Economía de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)

Es esencial aprender bien las lecciones de la crisis para emprender una refundación profunda de la Eurozona. Rebooting the Eurozone es una iniciativa reciente que ha conseguido la adhesión de un nutrido grupo de economistas que promueven una refundación de la Eurozona con la esperanza de que finalmente se convierta en instrumento de prosperidad.

El primer documento publicado reconoce que los efectos negativos de la crisis están todavía lejos de ser superados, que la carga más dura recae en los más indefensos y que todavía persisten hoy algunas de las fallas que propiciaron la crisis.

El punto de partida del cambio requerido es alcanzar un consenso narrativo sobre las causas de la crisis pues, para afrontar reformas estructurales es esencial participar de un relato común. Si no se comparte el diagnóstico difícilmente nos pondremos de acuerdo en el remedio.

Evidentemente el cataclismo tuvo una dimensión global pero en el origen de la crisis y su recorrido posterior en la Eurozona se combinaron dosis de imprevisión, prepotencia y desacierto. El conflicto estalla cuando se desvaneció la ilusión inversora que propiciaba un generoso trasvase de capital hacia economías con déficit exterior y graves problemas de competitividad. Esta financiación exterior derivó en créditos preferentemente dirigidos hacia la construcción y el sector financiero.

Y cuando Lehman Brothers dobló la rodilla, se desveló el grado de exposición a activos tóxicos del sistema financiero europeo. La percepción de riesgo aumentó, la desconfianza campó a sus anchas, las primas de riesgo crecieron y el flujo inversor se detuvo abruptamente. A partir de ese momento, las economías poco competitivas perdieron la capacidad de sostener sus déficits con recursos procedentes del exterior, con independencia de cuál fuera su nivel de endeudamiento público o sus antecedentes en disciplina fiscal. El pacto de estabilidad se reveló inoperante pues el problema era de confianza y muchos activos dudosos se concentraban en el sector privado.

Las entidades financieras mostraron niveles de endeudamiento excesivos y una cartera de inversiones alejada de toda racionalidad económica, ante el tancredismo de los supervisores. Y dada la estrecha conexión entre sector financiero y gobiernos, la intervención pública resultó esencial para recapitalizar las entidades afectadas y una crisis de saldo exterior y deuda privada acabó transmutando en un grave problema de deuda pública.

En ese punto se dejaron sentir las graves deficiencias de la infraestructura institucional de la Eurozona. Lanzar una moneda común sin los mecanismos de intervención y compensación característicos de un área monetaria (federalismo fiscal, movilidad laboral, mutualización de deuda o prestamistas de última instancia) fue una estrategia pretenciosa que ha conducido inexorablemente los pecadores hacia el infierno de la devaluación interna, bajo la custodia de una Troika improvisada como prestador de urgencia.

Como tampoco se habían diseñado instrumentos de gestión de crisis, fácilmente se acabaron cometiendo errores estratégicos. Ante tanto conflicto político de intereses, vacilaciones entre soluciones a corto o reformas a largo y graves episodios de riesgo moral por el camino, cada paso dado agravó el problema al tiempo que contagiaba todos los rincones de la Eurozona.

No expandir la demanda de las economías centrales encareció el coste del ajuste en los socios más endeudados. Priorizar los aumentos de impuestos al recorte de gastos, en un contexto de corrupción, fraude y evasión fiscal, agravó el escenario recesivo. Retrasar la capitalización bancaria, proteger los intereses acreedores de inversores imprudentes y no asumir desde el principio la reducción de valor en la deuda soberana griega y un apoyo financiero más contundente y menos politizado delinearon un tormentoso proceso de renegociación del cual todavía hoy no hemos visto su último capítulo.

El compromiso del BCE con la reactivación económica, los primeros pasos de la unión bancaria y un mayor protagonismo de la política fiscal insuflan aire en un paciente convaleciente, pero sin las reformas institucionales adecuadas y una mayor integración económica un proyecto ilusionante derivará en una ocurrencia ilusoria, pues nada hay peor que sostenella y no enmendalla.

*Josep Lladós, profesor de Economía de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)

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