Ciudadanos ya trabaja para Rajoy

Detrás de la cortina

Ciudadanos ya trabaja para Rajoy

La campaña de Rivera obvia la corrupción y evita poner de manifiesto la mala gestión realizada por el PP El inicio de la campaña para las elecciones generales se ha visto marcado por un nuevo aluvión de encuestas, entre las que destaca, por la amplitud de los medios empleados la última realizada por el CIS. Con independencia de la escasa credibilidad de muchas de estas consultas, el martilleo constante de los sondeos ha contribuido por si sólo a crear un estado de opinión concreto en estos días previos a las votaciones. Los españoles que abordan este tema en sus conversaciones coloquiales parecen dar por hecho, que el PP será el partido más votado, conseguirá gobernar con el apoyo de Ciudadanos, el PSOE completará su desplome histórico y Podemos se confirmará como la nueva gran esperanza perdida por los regeneracionistas de izquierda.

Es obvio que, además de las encuestas, hay algún motivo más para que los mismos ciudadanos que estaban movilizados, esperanzados y creían en la política y en las posibilidades de que se produjera un cambio radical en el país, hayan vuelto a caer en las garras del pesimismo fatalista y, acaso, pragmático que ha caracterizado durante siglos a esa amalgama de identidades, idiomas e intereses creados que constituye el conjunto del pueblo español. Unos han fallado, otros no han cumplido las expectativas generadas y otros han demostrado que la vieja máxima de que ‘quién aguanta gana’ sigue en vigor en pleno siglo XXI.

Así que antes incluso de que los votantes hayan hablado a través de las urnas y, a pesar, de que en esas mismas encuestas de las que estamos hablando se admite que existe aún un 41% de indecisos, podríamos tener fácilmente la impresión de que ‘todo el pescado está ya vendido’. Y también de que ya hay un ganador evidente en este río revuelto de la demolición controlada del bipartidismo. Se trata, por supuesto, de Albert Rivera, el líder de Ciudadanos y el hombre que, sin sentarse en La Moncloa probablemente, tendrá el placer de decidir a quién inviste como presidente del Gobierno en 2016 y cuáles son las políticas a aplicar para intentar sacar definitivamente de la crisis a España y poner las bases de su futuro. El es la bisagra, el joven de aspecto honrado que viaja con las propuestas de su lado. Y, por supuesto, el cuñado perfecto. Algo que también cuenta, y mucho, en situaciones, como la presente.

Rivera es la verdadera cara limpia a la que se aferra la derecha española para mantener el poder. Poco importa que su programa, sus famosas propuestas, suenen a vistas. Lo están, porque la base sobre la que se erigen no difiere demasiado de aquella sobre la que el PP ha levantado en estos cuatro últimos años bajo la dirección de Mariano Rajoy, y en los ocho que gobernó anteriormente liderado por José María Aznar. Dos momentos, en los que cifra por cifra, puede desmontarse fácilmente el mito de que los conservadores gestionan mejor. Tal vez eso valga para cualquier país del mundo civilizado, pero queda claro que no puede aplicarse a la derecha española.

Como muestra podría valer el botón de la hucha de las pensiones. Un colchón de seguridad para asegurar una vida digna a todos los españoles, que Rajoy y los suyos se han pulido a placer. Y que aspiran a adelgazar todavía más, por supuesto, con la implementación de políticas como las que ya hemos visto, impuestas o no por Bruselas, que empobrecen a los españoles, complican su supervivencia diaria y hacen caer brutalmente la recaudación de impuestos, como consecuencia de los sueldos bajos y el trabajo precario que son los resultados más evidentes, junto a la desigualdad y los terrenos abonados para corruptos y comisionistas, que suelen obtenerse cuando se ponen en práctica las políticas económicas neoliberales que defienden por igual PP y Ciudadanos.

De modo que no habrá demasiados problemas para que Rajoy y Rivera pacten, en el caso de que se confirme que una alianza entre PP y Ciudadanos resulta suficiente para armar una mayoría parlamentaria que mantenga un gobierno estable. Y, contra lo que se escucha por ahí, en mi opinión, el líder naranja no va a convertirse para el actual presidente del Gobierno en una pesadilla similar a la que ha supuesto, hasta ahora, claro la CUP para Artur Mas. Al naranja le bastará aludir a la responsabilidad, la misma que ya empiezan a usar algunos destacados miembros del colectivo independentista radical de izquierdas para amagar con investir presidente en Cataluña al antiguo líder de CIU. Ya saben se trata simplemente de ‘votar con la nariz tapada’.

Y por ahí, al menos en mi opinión, es por donde se mueve ya Rivera. Un político que tampoco demuestra ahora demasiado interés en hablar de la corrupción, ni de la desastrosa gestión económica del PP. No puede hacerlo porque su partido ha pactado con el PSOE en Andalucía, a pesar de los Eres, y con el PP en media España. De modo que Ciudadanos no va a insistir demasiado en estos temas por lo que pueda pasar luego. Más bien se dedicara a ‘ocultarlos’ o eludirlos, con casi el mismo ardor que van a poner los populares en el empeño.

Como ven, los naranjas van a contribuir de esta manera a que la campaña se desarrolle en un territorio en el que el PP se va a sentir muy cómodo. De hecho, en el único en el que Rajoy y los suyos tienen posibilidades de presentarse antes los votantes con alguna posibilidad de éxito. Y hasta hay quien dice que al final, Rivera será vicepresidente, por mucho que ahora afirme que nunca estará en el Gobierno. Veremos lo que pasa, pero no hay que descartar nada.

En resumen, que me temo que al jefe de Ciudadanos quizá no le interese demasiado hablar de la regeneración democrática más allá de los tradicionales enunciados genéricos. En cambio, Ciudadanos atacará una y otra vez a Podemos. Como todos los demás. Ya ven, a pesar de que las encuestas llevan dos meses anticipando la defunción política de Pablo Iglesias y los suyos, aún son el enemigo a batir por todos los demás. Y eso será por algo.

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