Albert Rivera titubea y Pablo Iglesias resucita

Detrás de la cortina

Albert Rivera titubea y Pablo Iglesias resucita

El líder de Podemos vuelve a primera línea y el jefe de Ciudadanos se enreda en la telaraña de los ‘copagos’ Las cosas aún pintan mal para Podemos, pero ya se sabe que dos meses en política son una eternidad y, por eso, todavía puede ser pronto para enterrar definitivamente a Pablo Iglesias y los suyos. De momento, esta semana los ‘morados’ han demostrado capacidad de reacción y han imprimido un perceptible cambio de rumbo, justo cuando, tras la supuesta ‘victoria’ de Albert Rivera en el debate que sostuvieron en ‘Salvados’ los líderes de los partidos emergentes parecía ser un posible detonante del batacazo definitivo de los ‘podemitas’.

Pero en dos días, ese clima, tan favorable a Ciudadanos ha empezado a oscurecerse. Han surgido algunas nubes amenazantes en ese cielo azulado lleno de encuestas favorables que amparaba el irresistible ascenso de los ‘naranjas’ al cielo de La Moncloa. El inesperado ‘golpe’ que les propinó el grupo Prisa, recordando los buenos ‘ojos’ con los que Luis Garicano ‘veía’ los temidos ‘copagos’ en Educación y Sanidad, ha tambaleado los cimientos de un partido como el suyo, con una década a sus espaldas llena de interrogantes y cuya cercanía con los ‘ricos’ de este país parece fuera de toda duda para una inmensa mayoría de los votantes.

Los desmentidos no han servido, porque han resultado muy poco creíbles. Y eso ha sido un desatre, porque la semana era más que propicia para los ‘narnajas´ en una semana en que los nuevos apuros judiciales de Artur Mas y las revelaciones de ‘El diario.es’ sobre Francisco Correa abonaban el terreno para el mensaje de regeneración democrática de Rivera y su equipo.

Pero no han podido aprovecharlo porque la sombra de esas relaciones peligrosas de Garicano de la que hablábamos antes, más algunas dudas sobre las cuentas que Ciudadanos ha hecho públicas en su web, han revivido ciertas dudas que parecían haberse evaporado.

La reacción del número dos del partido, que se despachó el viernes con unos ‘tuits’ muy duros contra los ricos españoles, a los que acusó de tacañería demuestra los nervios que empiezan a extenderse por el territorio ‘naranja’. Garicano fue casi la única voz crítica con la que se encontró Amancio Ortega en el día después de haber anunciado una donación de 17 millones de euros para la sanidad gallega, que palidece, como bien demostró el profesor con su rápida batería de datos en Twitter, ante el dinero que habitualmente entrega a las causas filantrópicas Bill Gates, su principal rival en las listas de los ‘más ricos del mundo’.

Las dificultades de Ciudadanos, que empieza a ser un peligro, y debe prepararse para recibir a partir de ahora muchos más ataques y mucho más duros de los que ha soportado por ahora, coinciden con un Pablo Iglesias de regreso a los medios, en su versión más dura y cañera y con un partido que empieza a presentar propuestas económicas cerradas, con sus costes cuantificados y parece decidido a dejar atrás la ambigüedad sobre algunos temas espinosos como la unidad de España.

Y que, además, tiene en el ataque a las puertas giratorias, la corrupción y las estrechas relaciones de los partidos españoles con el poder empresarial y financiero uno de sus filones clásicos para recuperar intención de voto. Lo mismo que en la defensa de las clases populares más golpeadas por la crisis.

Así que hay partido y mucho. Y no conviene tampoco dar por sentado que el ‘viejo’ bipartidismo va a resistir y que el futuro nos deparará un gobierno presidido por Mariano Rajoy o Pedro Sánchez, porque en cualquier caso, uno u otro liderarán el partido más votado y conseguirán firmar un acuerdo con Ciudadanos para gobernar. Cierto que su situación parece mucho menos desesperada ahora que en enero de este año, cuando Podemos parecía imparable. Pero tampoco les convendría demasiado confiarse.

La buena noticia para el PSOE es que su deterioro, si bien no se ha detenido, ha frenado considerablemente la aceleración. El durísimo golpe que los socialistas encajaron en 2011, tras el desastroso final de la era de José Luis Rodríguez Zapatero fue de tal magnitud que dejó a su partido a ras de ese suelo electoral en el que Pedro Sánchez intenta defenderse ahora. Por suerte, para él, los errores de Podemos en Cataluña, han evitado, en última instancia, que los ‘morados’ se consoliden como un grupo político capaz de ‘hacerse’ con los votos de la izquierda moderada tradicional.

Pero quedan dos meses y la inestabilidad interna de su propia formación puede complicarle mucho la vida a Sánchez. Esta misma semana, el espectáculo del enfrentamiento abierto en Cataluña entre Miquel Iceta, el líder socialista que evitó el desastre y la ‘renacida’ Carmen Chacón, ha vuelto a ofrecer a los votantes de este partido la cara que quisieran olvidar. Hay quien cree, además, que la candidatura de Chacón es un regalo para Podemos.

Un partido que en las generales puede contar previsiblemente con el apoyo de muchos votantes de la CUP, ese particular grupo de izquierdas cuya actual cercanía a cierta ‘casta’ catalana empieza a oler a chamusquina. Y quizá también con el de los firmes partidarios de ese referéndum legal para articular el ‘derecho a decidir’, que Pablo Iglesias anuncia estar dispuesto a convocar.

Y, mientras, Mariano Rajoy confía en mantenerse como presidente. Cuenta a su favor con la Ley D´Hont, fundamentalmente. Sabe que con un escaso 30% de los votos y sí, como indican todavía las encuestas el PP es el partido más votado, tiene muchas posibilidades de volver a ser presidente del Gobierno, sobre todo si termina desde ya con las conspiraciones internas.

Ha recuperado al gurú Pedro Arriola que le da más tranquilidad que su fiel Jorge Moragas, porque no ve posibilidad alguna de recuperar la mayoría de los votos perdidos. Quiere asegurar y arañar, aunque sea por los pelos, esos escaños que se van a decidir en el descuento y por un puñado de papeletas. No cree necesitar más.

En esa línea, muchos analistas políticos han considerado que el ‘númerito’ de apoyo a ‘Mariano’ montado por los líderes conservadores europeos, con Angela Merkel a la cabeza, hace unos días en Madrid, tenía una clara lectura interna.

Porque nadie espera que este ‘abrazo del oso’, de los responsables finales de la política económica que ha empobrecido a las clases medias españolas, ‘precarizado’ el trabajo y oscurecido el futuro de todos pueda reforzar el atractivo de la oferta electoral de los populares de cara a los cientos de miles de votantes que ya les ha dado la espalda.

En absoluto. Pero los abrazos de Merkel y Jean Claude Juncker sí funcionan perfectamente en clave interna. De momento, por lo menos, ‘Mariano’ es el líder conservador que quieren llevar hasta la victoria sus correligionarios europeos. De modo que no conviene que nadie se equivoque.

Para estos sólidos representantes del sistema, ni un recién llegado como Albert Rivera, que además no forma parte de ‘su’ internacional, ni cualquier otra figura del propio PP cuya fidelidad a la estricta disciplina de la austeridad no esté comprobada, no es una opción deseable. Excepto que no quede más remedio, claro, como ha sucedido en Grecia, claro.

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