El primer ministro galo ha presentado este lunes la dimisión en bloque de su gobierno. Cuando la prensa ha confirmado que él no se encuentra entre los que se marchan, en la red social se ha celebrado ese rasgo de su españolidad. Cuando hace algo menos de seis meses el presidente francés, François Hollande, apuntó a Manuel Valls como primer ministro de su gobierno en España se siguió la noticia con una atención ligeramente mayor a la que hubiese podido esperarse de haber ocupado el cargo cualquier otro político francés. No fue casualidad; tal y como su propio apellido indica, Valls nació en Barcelona hace algo más de medio siglo. Era, en cierto modo, uno de los nuestros. En lo más alto de la política gala.
Pero hoy una parte del español medio, elevado a la notoriedad gracias a Twitter, ha sufrido una crisis de fe. A primera hora de la mañana ha saltado la noticia de que Valls había presentado su dimisión. Y el clima era de incredulidad. ¿Un español dimitiendo? Cerca deben haberse quedado algunos nacionalistas catalanes de puntualizar que aquello no era un español dimitiendo, sino un catalán dimitiendo o confesando, de esa forma tan del norte de Europa, su culpabilidad.
Falsa alarma. Valls no ha dimitido. Ha entregado a Hollande la dimisión de todo su gobierno menos la suya. Resulta que las reformas económicas acometidas por él en los últimos meses habían sentado mal en el gabinete y, en consecuencia, el barcelonés ha decidido fumigar la sala y volver a empezar sin disidentes. El español medio que se prodiga en Twitter, ya recuperado de la conmoción inicial, ha respirado aliviado. No hay que reconsiderar ninguna condición patria puesto que ningún paisano ha presentado ninguna dimisión. Valls sigue siendo uno de los nuestros, tal y como recordaban, de nuevo cómodos y de nuevo alegres, algunos tuiteros entre risotadas.
