Los socialistas, directos hacia el abismo

Detrás de la cortina

Los socialistas, directos hacia el abismo

El pacto que parece haber forjado Pedro Sánchez con los barones regionales quizá no sea lo mejor para el PSOE Quizá, si el PSOE tiene mucha suerte, los negros augurios que aún se ciernen sobre el partido no terminen de concretarse, pero tras la proclamación de Pedro Sánchez como nuevo secretario general del partido y después de haber conocido los nombres elegidos para su primera comisión ejecutiva, las sensaciones no son buenas.

El pacto evidente de Sánchez con los actuales barones territoriales del partido a la hora de configurar la composición de los nuevos órganos de poder deja la renovación prometida en un simple cambio de caras que afecta sólo a Ferraz podría no ser el movimiento correcto. El nuevo líder nacional del PSOE parece necesitar consolidarse casi a cualquier precio y da la impresión de haber hecho concesiones excesivas que puede que no le beneficien ni a él ni al partido.

El problema es que la próxima cita electoral, que está ya a la vuelta de la esquina, servirá para renovar el poder local. Y, muy probablemente, para consolidar el avance imparable de los nuevos movimientos emergentes en los ayuntamientos y los parlamentos autonómicos.

Quizá no sea así, pero todo parece indicar que Podemos, y su entorno, van a experimentar un fuerte aumento del apoyo de los ciudadanos en estos comicios y el mantenimiento en los carteles electorales de los mismos líderes y equipos que han sufrido reiteradas y humillantes derrotas históricas no parece el camino a seguir para cambiar la situación.

Da la impresión de que Sánchez se ha negado a dar la batalla. O de que su victoria le debe demasiado a esta suerte de caciques que no están dispuestos a dar paso a un nuevo grupo de candidatos, sin hipotecas previas, que, de verdad, puedan representar esa catarsis del socialismo, aún pendiente.

Es curioso que el nuevo secretario general haya incluido en su círculo cercano a Tomás Gómez, por ejemplo, un barón regional que ni siquiera tiene en estos momentos bajo control su antiguo feudo madrileño. Sánchez parece haber aceptado esa tesis, más que dudosa, que relacionaba los malos resultados regionales con la falta de un liderazgo central potente.

En esa línea de pensamiento, bastaría con la salida de Alfredo Pérez Rubalcaba y su equipo para conseguir hacer llegar la impresión del cambio a la sociedad. Como si los propios candidatos, o los líderes regionales, no tuvieran responsabilidad alguna en lo que ha sucedido.

La presencia de Susana Díaz, la líder andaluza, como urdidora de estos consensos forzados, tal vez no sea tan interesante como muchos creen. Es una dirigente que no está todavía contrastada, ni mucho menos. De momento, ella aún no ha demostrado su verdadero valor electoral.

De hecho, aunque sea cierto que en las europeas el PSOE andaluz haya superado en votos al PP, lo ha hecho perdiendo sufragios, no ganando nuevos adeptos. Y, tampoco ha conseguido liberar al partido de la carga del caso de los eres.

Peor aún es la inclusión en esta nueva dirección de viejas glorias como Carmen Chacón o Patxi López. Ambos provienen de una etapa anterior y participaron, por lo tanto, plenamente en el desastre. En el inicio de un proceso de ‘Pasokización’ del PSOE que de ser alternativa de Gobierno ha pasado a aspirar, según parece, a formar coaliciones de ‘interés nacional’ con el PP, para mantener a flote al fracasado bipartidismo que ahora se tambalea.

Todo esto, con el agravante de que ni Eduardo Madina, ni José Antonio Pérez Tapias parezcan satisfechos con los resultados del Congreso. A Sánchez no le convendría olvidar que la suma de los votos conseguidos por sus dos rivales en las pasadas elecciones a secretario general superó el 51%. Y que las estructuras que montaron para la campaña aún se mantienen.

Tanto que pueden ser unas plataformas perfectas para recuperar el poder, dando la batalla región por región. Y quizá ese momento no esté tan lejos como parece, sobre todo si los socialistas suman un nuevo batacazo en las elecciones municipales y autonómicas del próximo año. Entonces, ya definitivamente, en cada federación regional se impondrá el ‘sálvese quien pueda’ y las consecuencias de ese proceso, necesariamente disgregador, pueden ser imprevisibles.

Es obvio que el tiempo puede demostrar que este análisis quizá este equivocado y que Pedro Sánchez sí era, en realidad, el revulsivo que los socialistas necesitaban para volver a significar algo en la política española. Pero mucho nos tememos que no va a ser así.

Y, a lo mejor, tampoco es tan grave. Quizá la evolución de la sociedad haya convertido en innecesario al modelo de partido de izquierda moderada y amiga de los poderes empresariales y financieros que representaban las agrupaciones socialdemócratas europeas que viven ahora un declive, aparentemente imparable.

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