Los dueños de La Seda de Barcelona, los lusos de BA Vidro, ya tienen el visto bueno del juez para comenzar a trocear la compañía y hacer frente al concurso de acreedores. Los accionistas mayoritarios de La Seda, los portugueses de BA Vidro, ya tienen vía libre para trocear la concursada compañía catalana. El juez ha dado ya su visto bueno para que los mismos inversores que hace meses rechazaban la propuesta de fragmentación del fondo acreedor Anchorage saquen a la venta la primera de las tres unidades del grupo químico con las que pretenden hacer caja.
Tan pronto como el representante de los inversores lusos y presidente de La Seda de Barcelona, Carlos Moreira da Silva, ha recibido la aprobación del juzgado que instruye el concurso de acreedores de la compañía, se ha apresurado a dar buena cuenta de ello al mercado a través del pertinente comunicado a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Un anuncio a los cuatro vientos de que sobre la filial Industrias Químicas Asociadas LSB (IQA) ya luce el cartel de ‘se vende’.
El pasado mes de septiembre, la dirección de la compañía, de acuerdo con la administración concursal que ejercen los auditores de Forest Partners Estrada y Asociados, ya anunció su intención de hacer caja con IQA así como con sus filiales Artenius España y la turca Artenius Turkpet. Un primer toque a interesados que hoy se confirma con el permiso del juez a la puesta en marcha del “proceso de recepción de ofertas y, en su caso, venta de la unidad productiva” en cuestión. De las otras dos ramas de negocio, la compañía afirma que “espera que se produzca en breve” la necesaria autorización judicial.
A pesar de estos avances con los que Moreira y su equipo buscan hacer caja a la par que se desprenden de las unidades menos rentables de La Seda, no tendrán libertad total de movimientos en el proceso. El juez se reserva el derecho de autorización o veto final sobre cualquier oferta “siempre y cuando se cumplan las condiciones o mínimos económicos establecidos, siempre y cuando sean claras y posibles las condiciones de compra requeridas por los oferentes, y siempre y cuando en interés del concurso y del conjunto de concursos que se tramitan de modo acumulado sea razonable la venta”. En otras palabras, que realmente ayude a reflotar la compañía y no complique aún más en el futuro la muy compleja situación financiera por la que ya atraviesa la vieja cotizada.
Tras las siglas de IQA, la primera de las unidades para las que se busca ya al mejor postor, se esconde la fábrica que La Seda posee en la localidad barcelonesa de El Prat de Llobregat. El objetivo último de esta venta que ahora se pone en marcha no es otro que conseguir una renegociación de deudas más amable con sus múltiples acreedores, entre los que se encuentra el ‘fondo buitre’ estadounidense Anchorage Capital, que desde un primer momento apostaba por el troceo y posterior venta de la mayor parte de la compañía.
En cualquier caso, esta primera ronda de ventas apunta hacia un plan mucho menos agresivo que el que dibujaban los yanquis. Con este plan, según ha declarado la propia catalana, se busca limitar la actividad del grupo a su core business, prescindiendo de las actividades con mayor “grado de volatilidad y mayor riesgo de mercado y negocio”.
El plan maestro trazado por Moreira, con el que consiguió el respaldo de los inversores de la compañía para volver a la presidencia en una agitada junta de accionistas, contempla entregar hasta un 25% de la compañía a los acreedores, porcentaje del que un 10% correspondería en exclusiva a Anchorage. Un movimiento para el que se hacía necesario el concurso de acreedores solicitado el pasado 17 de junio y del que se busca salir a base de desinversiones por hasta 30 millones de euros.







