Adiós a Idomeni: los refugiados pierden la poca fuerza que tenían

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Adiós a Idomeni: los refugiados pierden la poca fuerza que tenían

Desalojo de Idomeni - Foto: Ignacio Marín Fernández

“Para los refugiados estar aquí era también como un símbolo, estar delante de la frontera, estaban literalmente enfrente de la alambrada, la podían tocar con la mano”, asegura el fotoperiodista Ignacio Marín desde Idomeni. A golpe de excavadora, el Gobierno griego ha comenzado el desalojo de Idomeni. El campamento de refugiados, que durante varios meses ha congregado a miles de personas y que se ha convertido en símbolo de vergüenza europea, tal y como han ido denunciando en numerosas ocasiones las ONG que estaban en la zona, comienza a sucumbir a los golpes de las máquinas. Grecia ha dado un margen de una semana para vaciar toda la zona.

Una semana donde se culminaría no sólo el desalojo de un campamento que llegó a contar con 13.000 personas, sino también con algo especial para los refugiados, pese a las bajas condiciones en las que vivían. “Para ellos estar aquí era también como un símbolo, estar delante de la frontera, estaban literamente enfrente de la alambrada, la podían tocar con la mano”, confiesa, horas antes de la acción policial, a Elboletin.com el fotoperiodista Ignacio Marín Fernández que lleva más de un mes en Idomeni.

Desalojo campamento refugiados Idomeni

Porque Idomeni no es sólo una pequeña localidad griega donde se agolpan los refugiados esperando su desahucio, era acercarse a su objetivo: traspasar una nueva frontera. O por lo menos estar en primera línea en el caso de que la Unión Europea virase a favor de los intereses concretos de los refugiados: “Esperaban que si se abriesen las fronteras ellos serían los primeros para cruzarla”, sentencia Marín.

Un deseo que se aleja con la decisión de Tsipras de acabar con el campamento. Las reglas marcadas por la Unión Europea han golpeado a las intenciones de los refugiados; cualquier futuro en el Viejo Continente tiene dos salidas: acudir a los “campos oficiales” y esperar una reubicación o dejarse llevar por las mafias.

Dos vías que, a ojos de los refugiados, según el fotoperiodista, no resultan esperanzadoras. Acabar en uno de los campamentos organizados por la UE supone un golpe anímico para los migrantes que seguían confiando en una apertura de las fronteras. Algo que se diluye “en un campo en mitad de las montañas a 300 kilómetros” ya que en el caso de que Europa optase en un futuro por la libre circulación “a lo mejor cuando llegasen ya las habrían cerrado”.

Pero no es el único pensamiento que ha recogido Ignacio Marín de los refugiados de Idomeni. “Se dan cuenta de que cuando lleguen a los campos oficiales ya va a ser claudicar y va a ser echar raíces y que su caso va a durar mucho, mucho tiempo. Lo único que quieren es que abran la frontera y por eso estaban aquí, en Idomeni”, asegura el profesional.

Desalojo campamento refugiados Idomeni

A pesar de que las condiciones en los “campos oficiales” son mejores ya que “en Idomeni no podían ser peores”, los problemas no se reducen: “Aparentemente hay campos donde no dejan entrar a ONG, por lo tanto, la comida es muy mala”, afirma Marín. Era esa labor humanitaria la que sostenía al campamento, pese a las trabas que iban colocando las autoridades policiales, desde hace un mes: “Aquí hay muchas ONG que daban muy buenos servicios, había atención sanitaria, hubo repartos de comida…”.

Un presente y un futuro en el que los migrantes estarán ligados a esos campamentos que ha diseñado la Unión Europea como única vía oficial. “Personalmente creo que la solución pasa por los campos oficiales sí o sí porque el Gobierno griego es la única salida que ha puesto sobre la mesa”, opina el fotoperiodista a Elboletin.com desde la localidad griega.

Por ello, las mafias, ahora sin Idomeni y la visualización simbólica de la frontera, ampliarán su rango de acción sirviéndose de esa desesperación. “Las mafias aprovecharán el desalojo aún más. Esas mafias llegaban a pedir 1.000 o 2.000 euros a gente que no tiene dinero. Y a los que lo tienen, en medio de las montañas les quitan todo”, relata la enfermera de Bomberos en Acción Carmen Llorente a Elboletin.com tras su experiencia en la zona.

De ahí que una de las preocupaciones de los voluntarios que han trabajado sobre el campo –a ellos también los han desalojado de Idomeni- es el devenir de los refugiados: “Ahora los mandaran a campos militares donde la gente sin papeles, a los que les han robado documentos al intentar cruzar la frontera de Macedonia y que han sido apaleados, no sé qué harán con ellos: detenerlos imagino”, aventura Llorente.

Mientras tanto, lo que sí ve seguro Ignacio Marín es que el Ejecutivo heleno ha triunfado con su movimiento: “Parte de la estrategia del Gobierno es ‘divide y vencerás’, les desperdigan por sitios incomunicados, en campos de 800, 400, 1.200 personas y evidentemente estarán más diluidos y van a perder fuerzas”.

Una demolición que pone punto y final a un símbolo para unos refugiados que llegaron a sentirse “más fuertes” al sumar en el campamento un total de 13.000 personas, pero en el que el Ejecutivo y las autoridades europeos no logran hacer suyo el refrán de ‘muerto el perro, se acabó la rabia’.

Fotografías: Ignacio Marín Fernández

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