La ultraderecha avanza sin freno en Europa al calor de la antiinmigración y el euroescepticismo

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La ultraderecha avanza sin freno en Europa al calor de la antiinmigración y el euroescepticismo

Bandera de la UE

La victoria austriaca de la extrema derecha es el último reflejo del ascenso de una ultraderecha que se asienta en grandes países como Francia, Alemania, Holanda o Italia. La ultraderecha avanza en media Europa y se consolida en la otra mitad. La victoria austriaca del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) en las elecciones presidenciales del fin de semana pasado son una muestra más del paso firme que está marcando la extrema derecha. No obstante, en Austria, a pesar de contar con un 35% de los votos, Norbert Hofer, líder del FPÖ, tendrá que batirse en la segunda vuelta contra los ecologistas (21%) para dilucidar quién estará al frente del Gobierno austriaco.

Pero los resultados austriacos no son una excepción. La ultraderecha se asienta en el Viejo Continente. Bajo las premisas de una fuerte antiinmigración –que se apoya al calor de la crisis de los refugiados-, de una marcada xenofobia en las declaraciones, de una oposición al Islam y de un euroescepticismo palpable, la extrema derecha alcanza buenos porcentajes en gran parte de Europa.

Así sucede en Francia, una de las cunas de este movimiento con Marine Le Pen y su Frente Nacional, el cual recibe la admiración de gran parte de sus ‘socios ideológicos’. “No es una alerta, sino un terremoto para todos los responsables políticos. Es grave para Francia y para Europa”, declaró el primer ministro galo, Manuel Valls, la noche de las elecciones europeas que aupó a la formación de Le Pen como el partido más votado con un 26% de los votos. Pero el golpe de efecto que enfundó la política llegó en diciembre de 2015 cuando su porcentaje se disparó hasta el 30% en las elecciones regionales, superando a Los Republicanos de Sarkozy y a los socialistas de Hollande. Unos resultados que provocaron que los otros dos grandes partidos se tuviesen que aliar para frenar a la ultraderechista.

Aun así, el aviso para este último año de legislatura ya está lanzado: tras gobernar en más de una docena de localidades y ganar en seis de las 13 regiones metropolitanas, los sondeos ya hablan de que Le Pen sería una de las candidatas que disputaría la segunda vuelta de las próximas presidenciales de mayo de 2017, dejando incluso al actual presidente de la República en la primera ronda.

Un ascenso que se ha contagiado a Holanda donde el Partido de la Libertad (PVV) va pulverizando los sondeos. Si en 2012 en las elecciones generales Geert Wilders, su líder, cosechaba un 10,1% y en las elecciones europeas de 2014 subió hasta el 13,22%, las encuestas a día de hoy otorgan al partido ultraderechista entre el 24 y el 26% de los votos.

Fiel defensor del cierre de fronteras, de prohibir el Corán, de la salida de la UE y acabar con el euro para volver al florín, Wilders se ha convertido en un fenómeno que se ha multiplicado con los últimos atentados yihadistas en los países periféricos. “Mucha gente ve ahora que esos problemas están más cerca y piensa que nosotros tenemos razón”, aseguró el político en el décimo aniversario de la formación en referencia a los atentados de París.

De hecho, Wilders ya ha hecho un llamamiento a la ciudadanía holandesa a “resistir” a la futura construcción de centros de refugiados en distintas ciudades y pueblos del país. Un guante que ha sido recogido por sus fieles: la Policía detuvo a un hombre que lanzó un cóctel molotov a una mezquita y varias personas colocaron decenas de cabezas de cerdo en las localidades de Heesch o Enschede, lugares donde está prevista la construcción de dichos centros. Por el momento, el futuro de Holanda está ligado a la extrema derecha, pero habrá que esperar hasta marzo de 2017 para ver si finalmente los datos de las encuestas se convierten en realidad.

Pero el carro de la ultraderecha que tira Le Pen y que en varios países ya ha llegado a sus puertas ha encontrado un nuevo destino: Alemania. El gigante europeo también ve cómo la extrema derecha recorta espacio electoral a los grandes partidos tradicionales. La crisis económica, el papel que ha jugado el país germano y el problema migratorio de los refugiados –mismos signos que en los otros países del Viejo Continente- aúpan en este caso a la formación Alternativa para Alemania (AfD) .

Liderado por la política Frauke Petry, AfD dio sus primeros pasos de vida en abril de 2013 bajo la premisa de acabar con el “error histórico” llamado euro. Y en poco menos de dos años, ha irrumpido en las elecciones de marzo de 2016 con porcentajes de dos dígitos, en los parlamentos regionales de Baden-Wurtemberg (15,1 %), Renania-Palatinado (12,6 %) y Sajonia-Anhalt (24,3 %).

Calificados por el diario Der Spiegel como “predicadores de odio”, los principios de Petry consisten en el fuerte rechazo a los rescates en la Eurozona, la vuelta al marco alemán como moneda y el contundente rechazo xenófobo a los refugiados que quieren llegar a Alemania. Unos valores que han provocado que el vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel –socialdemócrata, haya elevado el tono sobre la formación al asegurar que el lenguaje de AfD le recuerdan a los utilizados por el régimen de Adolf Hitler.

En cuanto a los países del Mediterráneo, en Grecia Amanecer Dorado, uno de los partidos más duros del continente, alcanzó un 6,3% en las generales del año pasado -aún lejos de Nueva Democracia y de Syriza-, unas cifras que le impiden capitanear el movimiento en la región marítima, algo que ha asumido Italia donde el auge de la extrema derecha es más evidente.

Matteo Salvini, líder de Lega Nord, es el hombre que lidera el movimiento en la zona. Declarado admirador de Donald Trump y cercano a Marine Le Pen, Salvini se ha asentado sobre los dobles dígitos en las elecciones. Así sucedió en las elecciones regionales de finales de mayo donde se hizo con la región de Veneto (con un 60% de los votos) y donde adelantó por la derecha a Forza Italia del siempre controvertido Silvio Berlusconi.

Pero es en los últimos sondeos donde se presagia lo mejor para la formación: la encuesta de Demos & Pi de este abril ya coloca a la formación como tercera fuerza política, tan sólo por detrás de Movimiento 5 Stelle y del Partido Democrático que ahora gobierna Italia con Matteo Renzi al frente.

Crítico con el euro y cercano a otros partidos italianos reconocidos como profascistas, Lega Nord ha colocado dos pilares en su política: frenar a los refugiados y huir de todo lo que tenga que ver con la Unión Europea. Una crítica que se ha llegado también hasta el Papa Francisco por llevar al Vaticano a varias familias refugiadas: “De familias en dificultad a 50 metros del Vaticano encuentra miles, no hacía falta ir a Grecia a recuperar algún padre, alguna madre o algún niño que no tiene desayuno, comida y cena”, aseveró Salvini al conocer la noticia.

De momento, el auge de la Lega Nord ya se ha palpado en la sociedad italiana: si en las elecciones generales de 2013 logró el 8,3%, se espera, tal y como marcan los sondeos, que en los próximos comicios de 2018 los números se multipliquen, tal y como sucede con sus ‘socios ultraderechistas’.

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