Cinco razones a favor y en contra del TTIP

Acuerdo de Libre Comercio

Cinco razones a favor y en contra del TTIP

TTIP

La opacidad decretada por la cúspide política de la UE y EEUU dificulta en extremo la comprensión de un asunto de por sí complejo. El TTIP es el mayor tratado de comercio en el que participaría la UE en toda su historia. Su objetivo fundamental es la eliminación de trabas económicas y burocráticas del comercio de bienes y servicios entre los países miembros de la Unión y Estados Unidos, y su firma creará la mayor área de comercio del planeta, dando cabida a unos 850 millones de consumidores.

El tratado se apoya en tres ejes básicos: la eliminación de aranceles, la armonización legislativa y la generación de instrumentos para “la solución de diferencias” entre inversor y Estado; es decir, la protección de las inversiones. El avance de las negociaciones ha polarizado el debate sobre quiénes serán los ganadores reales tras la firma del macrotratado: una fuerte corriente anti-TTIP, promovida por formaciones políticas de izquierdas, ecologistas y muchos grupos de la sociedad civil, enfrentan su verdad a la de la Comisión Europea y los grandes grupos de la industria; una disputa maniquea en la que las zonas blancas y negras apenas permiten vislumbrar algo de gris.

Como actor de fondo, la opacidad decretada por la cúspide política de la UE y Estados Unidos, que dificulta en extremo la comprensión de un asunto de por sí complejo, con cientos de apartados y puntos calientes sobre los que la ciudadanía apenas recibe información. La controversia tras el intento del Europarlamento por alcanzar una postura común ha abierto el grifo informativo, y es buen momento para tratar de entender qué defienden detractores y acólitos del Tratado Transatlántico para el Comercio y la Inversión.

A favor: la globalización manda

1. El tratado acabaría con los aranceles entre ambos lados del Atlántico. Aunque muy bajos en la actualidad -en torno al 4%-, son más elevados para ciertos subsectores.

2. Para los que dan el visto bueno al acuerdo, las PYMEs se beneficiarán más que las grandes empresas, que ya trabajan a nivel transatlántico. La Comisión Europea insiste en que la eliminación de barreras legales para abordar una actividad económica entre ambos lados del charco abrirá nuevas posibilidades a la pequeña y mediana empresa, hasta el momento sin suficientes recursos para enfrentar obstáculos administrativos y regulaciones inconexas que otros actores más potentes, como las multinacionales, sortean con facilidad.

3. Más comercio, más empleo. La Comisión Europea no hace grandes fiestas a los cálculos de mejora económica, y el Europarlamento quiere ser cauto porque el acuerdo “no va solucionar los problemas económicos de la UE” y “no se deben suscitar falsas esperanzas”. Sin embargo, uno de los objetivos es conseguir que el PIB de la UE generado por la industria pase del 15% al 20%. Según un informe de la Fundación Bertelsmann, del que se hace eco la Secretaría de Estado de Comercio española, el tratado de libre comercio podría generar 140.000 empleos solo en nuestro país, e incrementar la renta per cápita española en más de un 6% a largo plazo. En global, el TTIP generaría un crecimiento adicional de casi 120.000 millones de euros al año en la UE –el 1% de su PIB-, en su mayor parte gracias al incremento del comercio y la eliminación de impuestos a la actividad internacional, según cálculos de un estudio del Centre for Economic Policy Research (CEPR).

4. En un plano más teórico, los impulsores del TTIP quieren generar más gobernanza global. A estas alturas, “desglobalizar” el planeta es una insensatez para los que apuestan por avanzar en la creación de áreas de entendimiento global que hagan del planeta un puzzle más organizado y coherente. Ante el estancamiento de instituciones como el FMI y la creación de nuevas áreas de comercio como la “Ruta de la Seda” asiática o Mercosur, EEUU y Europa deben jugar sus propias bazas en esta recolocación de poder y economía a escala global. Además, algunas voces señalan que la apertura comercial hacia EEUU disminuirá las “injusticias” internas a las que da pie el propio sistema de la Unión Europea, que suele beneficiar siempre a los estados más fuertes.

5. En cuanto a las ventajas para España, los datos del informe de la Fundación Bertelsmann sitúan a Estados Unidos como nuestro sexto cliente mundial y el primer socio comercial más allá de la UE. España es el noveno país con más volumen de inversión en EEUU, que a su vez es el segundo país que más invierte en España. En total, el tráfico comercial entre ambos países genera unos 20.000 millones de euros al año, y los sectores más beneficiados son la energía, el automóvil y la agroindustria.

En contra, temor a los estándares laborales y de consumo de EEUU

1. Uno de los principales argumentos en las tesis contra el TTIP es que la fusión del mercado europeo y estadounidense promoverá unos estándares comunes en lo referente a derechos laborales, del consumidor, sobre protección de datos, etc. Los detractores europeos consideran que EEUU es mucho más laxo en muchos de esos ámbitos, ya sea por razones culturales o económicas. El país norteamericano es un defensor tradicional de la modificación transgénica, que en Europa obtiene fuerte resistencia. Se ha hecho muy famoso el ejemplo del pollo: en EEUU se lava con cloro para eliminar patógenos, una iagen que escandaliza a la UE. En general, la Unión Europea cuenta con más mecanismos de veto o medidas protectoras ante un abanico más amplio de amenazas a la salud de los ciudadanos. Por otra parte, EEUU solo ha firmado acuerdos básicos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), mientras que Europa representa la avanzadilla en materia de derechos laborales.

2. El acuerdo comercial entre Estados Unidos y Europa no es una lista de directrices selladas sino un armazón legal al que habrán de ceñirse los poderes legisladores de todos los países firmantes. Será diseñado por un Consejo de Cooperación Regulatoria cuyos integrantes nadie conoce pero al que acceden los grandes lobbies de la industria, en un proceso que infunde el temor de que se legisle al arbitrio de las grandes corporaciones. Todo esto se traduce en consultar a los lobbies de las grandes multinacionales para decidir si una ley puede seguir adelante o no, a espaldas de los movimientos civiles, en opinión de este sector.

3. Otro de los grandes caballos de batalla es el polémico ISDS, una cláusula que establece un mecanismo de arbitraje entre multinacionales y estados de cara posibles pleitos relativos a las inversiones de una empresa extranjera en cualquier país firmante. El sector anti-TTIP entiende que este mecanismo no es sino una protección privada y oscurantista de las empresas contra la potestad legisladora de los estados, de manera que los “beneficios esperados” de las grandes empresas sean el mantra que ninguna ley se atreva a dañar.

4. En cuarto lugar se teme que los servicios públicos sean el gran caramelo que las empresas de cada lado del atlántico están esperando tras la firma del tratado. Aunque el Europarlamento se muestra cada vez más reacio a incluir los servicios básicos en el TTIP -educación, agua, sanidad- , hay miedo de que la apertura de sectores públicos estratégicos a la empresa privada merme el acceso universal a los derechos sociales, sanitarios y de educación de los europeos.

5. Las pymes serán las grandes perdedoras. Los europarlamentarios contrarios al TTIP recelan de la capacidad de pequeña empresa para competir con las grandes corporaciones a la hora de conseguir contratos públicos y licitaciones. Consideran que la liberalización de este tipo de contratos con la administración supondrá que gran parte de ellos acabará en manos de multinacionales, con capacidad para “romper” precios y ofertar siempre por debajo. Este es el principal argumento para afirmar que los cálculos sobre el empleo son al revés de lo que promete la Comisión Europea: se dañará gravemente el tejido empresarial de los países miembro, con lo que las pérdidas de puestos de trabajo están aseguradas.

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