La Transitología, como área diferenciada de los estudios políticos e interesada en los procesos de democratización -una historia apuntando ya a los treinta siglos- atesora apenas exactos cincuenta años de su indiscutida obra seminal. Pese a los malhumorados análisis de algunos de los grandes del nuevo campo, su obra seminal, publicada en 1970; pero, con base en una conferencia de 1969 -exactos cincuenta años, es la fascinante obra corta, en inglés, de Dankwart Rustow, germano-americano, llamada «Transitions to Democracy: toward a dynamic model».
El proceso complejo -componentes temáticos diversos- que involucra una transición a la democracia exige el reconocimiento obligado de ciertos atributos, características, condiciones y recursos. Y el rechazo de algunos; precisamente, el objeto de este texto.
La obra menciona el caso de la transición a la democracia del Reino Unido -democracia, hoy en puja con la hibridación promovida por Boris Johnson y un fuerte movimiento global a la iliberalidad- y lo dimensiona como un proceso de 1640 a 1918. ¡Casi tres siglos!
De igual forma, frecuentemente refiere, junto con factores políticos, la importancia de los factores y procesos económicos e institucionales, a la par de otros de naturaleza distinta, de indiscutida presencia e influencia en el proceso.
Y de tal cúmulo de factores -nosotros referimos ocho, de naturaleza y efectos distintos- es de deducir muy diversos tipos de procesos conducentes a la democracia. Stepan y Fishmam suman unos trece. Nosotros agregamos otros. La transición a la democracia es un ínterin que puede tener unos quince tipos de procesos diferentes.
En cierto país del cual no puedo olvidarme, cierta «Transitología» sobrevenida ha pretendido -la ayuda la novedad del tratamiento del tema y la inveterada superficialidad de la «intelligenntsia» dominante- postular atributos de los procesos de transición a la democracia que nada tienen que ver con el «estado del arte» en el campo.
Y la enfrento. No es verdad que las transiciones son procesos del corto plazo (de uno a tres años). Tampoco, que son solo un fenómeno político. Y finalmente, mucho menos es verdad que solo puede haber transiciones si ocurren por la vía de negociaciones.
Por coincidencia, una Transitología así es casi un «traje a la medida» para cierta clase política «democrática». No la animan los compromisos políticos a largo plazo, quieren plena discrecionalidad en los temas de la economía y las instituciones y comparten un sistema de racionalidad política en el cual todos -con independencia de la ética, por ejemplo- deben sentirse ganadores.
Esa «Transitología» a la medida no permite una transición. Posiblemente un cambio de caras; pero, no de régimen. Es que el prebendarismo tiene sus encantos. Sí, se trata de un caso de «democracia» para la obtención de prebendas. Y créanme que tiene un gran número de adeptos.
Acceda a la versión completa del contenido
Transitología a la medida
Tras la crisis financiera de 2008 y el parón de la pandemia, la respuesta fue…
Las principales organizaciones ecologistas y de derechos humanos han reaccionado con dureza al resultado de…
Las autoridades palestinas han señalado que las cifras podrían aumentar en las próximas horas debido…
En un país que lleva el jamón como estandarte, no es difícil imaginar que un…
La activación de estos protocolos diplomáticos buscarían garantizar la protección del personal español desplegado en…
La aprobación del nuevo acuerdo global en la COP30 de Belém ha reforzado el impulso…