Admirada activista, líder del Movimiento Juventud por el Clima, a sus dieciséis años, sin bienes de fortuna, ni ayudas de grandes multinacionales, ni crowdfunding a su favor, como el Niño Jesús entre los doctores en la escena descrita por el evangelio de San Lucas, la hemos visto arrasar en la cumbre del Cambio Climático celebrada estos días en Madrid.
Su conducta queda al alcance de privilegiados. No podría servir de norma universal, conforme al imperativo categórico kantiano. En India se hablaba de “la fortuna que costaba mantener a Ghandi pobre”.
Con Greta, sucede lo mismo.
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Telegrama para Greta Thunberg
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