Las razones son diversas. Tal vez una de ellas sería la proveniente de ese carácter insular, de sentir esa necesidad por conocer lo que sucede más allá de las aguas o dentro del propio terruño, en el cuarto de baño del vecino.
Todavía por aparecer los últimos cadáveres en la tragedia de la explosión del hotel Saratoga, que ya factura 43 víctimas mortales, y la gente ha comenzado a temerle más al gas licuado, nos íbamos a la cama cuando de repente llegó por las redes, siempre por las redes, la noticia de un voraz incendio en la refinería.
Prestos a comentar con colegas de toda confianza y también despiertos a esas horas, llegó como relámpago el desmentido de la empresa responsable.
El rumor no ha sido ni será noticia, pero sí el desmentido que, como nunca antes, alguien tomó la decisión de informar públicamente que era incierto sin pensárselo mucho ni tampoco consultarlo a las alturas.
Ojalá todo sea así cuando las circunstancias lo ameriten porque en ocasiones tardan días los desmentidos y aclaraciones mientras el rumorcito se hace mayor de edad.
Tiempos que vivimos los cubanos donde no estamos para sobresaltos y sí información rápida, veraz y oportuna como rezan ciertos textos de la profesión y reclama la ciudadanía.
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