Opinión

Silencio para que no cunda el pánico

Una fuente amiga, trabajadora de la salud, bien enterada del acontecer viral porque debe enfrentarlo cada día en su centro asistencial, lo cuenta por lo claro: “el virus está en su peor momento. No hay petróleo para fumigar y si antes (cuando la Covid) era la cuadra completa, ahora se limita sólo a la casa del afectado. No se quiere decir la verdad para que no cunda el pánico”.

Y tengo que creerle porque para nada es una mujer dada al alarmismo, muy alejada del aquello de echar leña al fuego, realista y con los pies sobre la tierra.

Tanta gente no puede estar equivocada. Hasta el doctor  Francisco Durán, director nacional de Epidemiología, de encomiable labor durante la epidemia de la Covid, que se ganó el aprecio de toda la isla, está recibiendo ahora mismo sus rapapolvos en las redes sociales por contar verdades a medias y no reconocer que había personas muriendo.

El virus en cuestión, presente en casi toda la isla y aún sin nombre, es como un cuatro en uno, con zica, chikungunya, dengue y oropouche. Cursa con vómitos, diarreas, fiebre alta, malestar físico, fuertes dolores articulares y de cabeza. Aseguran contagiados que ni un cubo o balde de agua pueden levantar. Mucho líquido, reposo en casa y algún paracetamol, que no la aspirina es lo recomendado por los médicos. Si se agravase, entonces ingreso y tratamiento hospitalario.

Como en el deporte nacional, el béisbol, hay “bola guardada” o lo que es igual a esconder u ocultar algo que ha sucedido. No es la primera vez que suceden situaciones de este tipo que no hay rapidez y valentía de exponer ante la opinión pública local las verdades en torno a un suceso.

Si realmente lo que se pretende es que no cunda el pánico, la información cuando menos debe ser potable, puntual, entendible, honesta y los resultados, a no dudar, serán los mejores, sin espacio alguno a rumores mal intencionados de enemigos internos y externos que no son pocos.

Si en algo está vacunado el cubano es contra las adversidades, aunque ello tenga fecha de vencimiento.

Y en este escenario, palabrita socorrida para académicos y analistas, no quiero imaginarme uno bastante real: un afectado mayor de edad que vive solo, sin luz y agua. No dejo de pensar en lo que pueda pasar por su mente…

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Silencio para que no cunda el pánico

Aurelio Pedroso

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