Luis Rubiales y Jorge Vilda / Foto: RFEF
Su actitud demuestra que se sienten víctimas de la mala interpretación de sus actos, porque de eso trata. Que les persiguen por ser como son, campechanos y cercanos (recuerda a otros personajes). Por estar en contra de los poderosos y luchar contra la injusticia del fútbol más humilde.
Si las informaciones de la presión a Jenni Hermoso y sus familiares por parte de Rubiales y Vilda se confirman ya queda poco que decir. La fiscalía y el CSD deben tomar cartas en el asunto. No tienen ninguna sensación de culpa e incluso están culpando a la víctima.
Lo que les impide ver la realidad de sus actos es la prepotencia y la seguridad de que, a pesar del vídeo de supuestas disculpas, ven al resto como gilipollas y como una asamblea de feminazis y oportunistas seguidistas de las ordas de policías de la moral.
Esperan que, como tantas cosas en este país, todo se olvide poco a poco en un espacio corto de tiempo, para poder siguiendo cobrando esos sueldillos que les permiten sobrevivir. Y lo peor es que lo más probable sea así.
Sin pedir disculpas reales, sin consecuencias, sin al menos aprender que lo que han hecho no debería de existir en la sociedad en la que vivimos. Por desgracia también necesitan personas que lo justifican, no sorprende de algunos periodistas y ex presidentes de la Federación tras visita por la cárcel, tampoco de alguna capitana que nunca se supo porque lo fue.
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Y lo peor es que Rubiales y Vilda se sienten las víctimas
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