Opinión

Rolandito tras los pasos de Carlos Saura

Hay que sentir extrema pasión por el cine, llevarlo en sangre las 24 horas del día para que una vez concluida la tercera edición del periódico Granma a las dos, tres o cuatro de la madrugada, plantar una sábana en el taller Alfredo López en aquellos años setentas, donde el diario comenzaba a tomar cuerpo y forma, y sentarse a como diera lugar para ver la propuesta que nos traía “el cojo Rodrigo”.

No lo puedo asegurar categóricamente, pero me atrevería a acercar la palma de mi mano al depósito donde hervía como sopa o leche, el plomo de un linotipo y sostener que el único que bajaba de la redacción para acercarse al cine era Rolando Pérez Betancourt, Rolandito como todos le conocíamos.

Allí, en un entorno que le era familiar porque su brillante carrera en el periodismo comenzó en un taller como tipógrafo, Rolandito siempre traía alguna referencia de uno de esos filmes que el ICAIC no exhibía públicamente y que por tratarse del periódico nos hacía llegar los respectivos rollos que el hábil Rodrigo, también cajista, colocaba con delicadeza y profesionalidad en el proyector.

Todos, incluyendo al propio Rolandito, estábamos ajenos de que asistíamos a los pininos de La séptima puerta cuando llegó a la pequeña pantalla a finales de la primera década del nuevo siglo.

Tipo querido y respetado por jóvenes igual que él, que comenzábamos en el andar periodístico. Muchos fueron sus éxitos. Me basta recordar aquella sección Sucedió hace 20 años que sin el menor asomo del conocido y lamentablemente vigente “teque” en nuestros medios, nos acercaba con inigualable pluma a aquel pasado en que los jóvenes de entonces hicieron revolución.

Rolando Pérez Betancourt, Premio Nacional de Periodismo José Martí., murió el pasado 18 de febrero en La Habana, víctima de cáncer y presto a cumplir los 78 años.

Estuve sin verlo, sin estrechar su mano por casi cuatro décadas, pero sabíamos de cada uno por un amigo en común. Pensaba verlo algún día, hacerme el desconocido y decirle que conocía a alguien que exhibía mejores películas que él para intentar lograr que me preguntase y recordarle:

-El cojo Rodrigo.

No fue posible, pero no estoy muy lejos de que en cualquier momento pueda y deba ir a su encuentro, decírselo personalmente para entonces darle un abrazo añejado en el tiempo. Un abrazo de película, para no alejarnos mucho del tema y que Saura sea testigo del acto.

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Rolandito tras los pasos de Carlos Saura

Aurelio Pedroso

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