Dolor orofacial
Cuando hablamos de dolor orofacial nos referimos a esas molestias que se sienten en la cara, la boca, la cabeza o el cuello, y que pueden ir desde una simple incomodidad hasta un dolor intenso que impide hacer actividades cotidianas como comer, hablar o dormir bien.
No es algo raro, ya que muchas personas lo han experimentado alguna vez, aunque no siempre le ponen nombre o buscan atención médica a tiempo.
Lo importante es entender que este dolor puede tener múltiples causas y que, cuanto antes se identifique el origen, más fácil será tratarlo y evitar que se vuelva crónico.
El dolor orofacial no entiende de edades, aunque hay ciertos grupos en los que es más frecuente. Por ejemplo, las mujeres jóvenes y de mediana edad parecen tener mayor predisposición. Además, hay personas que lo padecen de forma puntual, mientras que otras conviven con él durante meses o incluso años.
Puede ser agudo, como el que sentimos tras un golpe o una infección dental, o crónico, cuando se prolonga en el tiempo y afecta seriamente la calidad de vida.
La lista de posibles causas es bastante larga, pero algunas son más habituales que otras. Entre las más comunes están las caries, infecciones en encías o muelas, problemas en la articulación temporomandibular, tensión muscular por estrés o bruxismo, y ciertas neuralgias, como la del trigémino, que provoca un dolor punzante y eléctrico muy característico.
También hay causas menos evidentes, como enfermedades autoinmunes, alteraciones hormonales, problemas posturales o incluso hábitos repetitivos como morderse las uñas o apretar los dientes sin darse cuenta.
En este punto merece especial atención el dolor de mandíbula, un síntoma muy común en los problemas de ATM o de los músculos que la mueven. Puede ir acompañado de chasquidos, bloqueos al abrir la boca o dificultad para masticar, y suele empeorar con el estrés o tras pasar mucho tiempo hablando o comiendo alimentos duros.
No todos sienten el dolor orofacial de la misma manera. Para algunas personas es una presión constante, para otras una punzada que aparece y desaparece. Además, el dolor puede quedarse localizado o irradiarse hacia otras zonas como el oído, las sienes, el cuello o los hombros.
Otros síntomas que suelen acompañarlo son los chasquidos o crujidos al mover la mandíbula, la sensación de cansancio en los músculos de la cara, la dificultad para abrir la boca del todo o una sensibilidad aumentada en dientes y encías. En los casos más intensos, el dolor puede interferir en el sueño y en el estado de ánimo.
Una de las grandes dificultades del dolor orofacial es que sus causas pueden ser muy diferentes entre sí, y a veces los síntomas se parecen mucho. Por eso, intentar adivinar qué lo provoca sin una evaluación profesional puede retrasar el tratamiento y complicar el problema.
El diagnóstico normalmente incluye una entrevista detallada, una revisión física de la boca, la mandíbula y el cuello, y, si es necesario, pruebas de imagen como radiografías o resonancias. En algunos casos se requiere la participación de varios especialistas: odontólogos, fisioterapeutas, neurólogos, psicólogos… todos trabajando juntos para encontrar la raíz del problema.
La buena noticia es que el dolor orofacial casi siempre se puede mejorar, y en muchos casos eliminar por completo, si se trata de forma adecuada. El enfoque depende de la causa, pero suele combinar varias estrategias.
En problemas musculares o de ATM, las férulas de descarga, los ejercicios de fisioterapia y las técnicas de relajación suelen dar muy buen resultado. Para dolores provocados por infecciones o caries, el tratamiento odontológico es la solución. Y en casos de neuralgias, el especialista puede recetar medicamentos específicos o aplicar terapias más avanzadas, como bloqueos nerviosos.
También hay tratamientos complementarios como la acupuntura, los masajes terapéuticos o la terapia cognitivo-conductual, que pueden ayudar a manejar mejor el dolor, sobre todo cuando se vuelve crónico.
Aunque no siempre es posible evitar el dolor orofacial, sí hay hábitos que reducen mucho el riesgo de que aparezca o que ayudan a controlarlo si ya lo padeces.
Mantener una buena higiene dental y acudir al dentista al menos una vez al año es fundamental. También es recomendable cuidar la postura (sobre todo si pasas muchas horas frente al ordenador), evitar masticar solo de un lado, reducir el estrés con técnicas de relajación y proteger los dientes si sufres bruxismo, usando una férula nocturna.
Además, escuchar a tu cuerpo es clave: si notas molestias que persisten más de unos días, lo mejor es acudir a un profesional para que investigue la causa antes de que el problema se agrave.
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Qué es el dolor orofacial
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