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Platón y la defensa de la legalidad

Podemos nació haciéndose cargo de lo que el 15M había expresado: el agotamiento del régimen del 78 y la necesidad de construir nuestro país sobre nuevos consensos. Cuando en las calles se decía que “no nos representan” se expresaba el descrédito hacia una clase política corrupta y se evidenciaba una crisis institucional que apuntaba a la necesidad de regeneración democrática.

“No somos mercancía en manos de político y banqueros” era la expresión en las calles de la crisis social, la sensación de que el pacto había sido roto desde arriba por las élites y de que la crisis económica había acabado con las posibilidades de progreso de la mayoría de nuestro país. Por entonces solo era Podemos quien ponía sobre la mesa la necesidad de abrir un debate constitucional pero hoy, después de la crisis catalana, ya no hay nadie que ponga en duda la incapacidad de nuestra actual Constitución para hacer frente a las demandas y los conflictos presentes. La crisis territorial no interpela solamente a Cataluña, hace unos días se dio una multitudinaria manifestación en Valencia reclamando otro modelo de financiación y poniendo, por tanto, sobre la mesa la necesidad de refundar un modelo territorial que involucre a todo el país.

El PP, que ha escenificado una disposición a discutir con el Partido Socialista la Constitución, ya va dejando claro que se niega en banda. Esa escenificación era un teatro y el partido del gobierno va a volver a entonar el discurso solemne de a defensa de la legalidad para negarse a cambiarla o resistirse al máximo. Sin embargo, criminalizar la voluntad de decidir en nombre de la Constitución y cercenar la democracia en nombre del imperio de la ley, no es constitucionalismo sino fundamentalismo. El espíritu de las leyes no es permanecer inmóviles frente a la voluntad de un pueblo y el verdadero compromiso con la legalidad es el compromiso con la legitimidad de las leyes.

Thomas Jefferson, uno de los padres de la Constitución americana decía que toda generación debería poder aprobar su Constitución y que una generación no puede sujetar a sus leyes a las generaciones futuras. Redactó una Constitución sabiendo que las leyes nunca son definitivas porque no son perfectas, como no somos perfectos los hombres y mujeres que las hacemos. Por eso deben ser capaces de estar a la altura de los tiempos, dar cauce y poner solución a las demandas y las voluntades del presente. Es cierto que la Constitución americana es una de las constituciones vigentes más antiguas, pero también es evidente que es un texto constitucional cuya validez a través del tiempo se debe a su capacidad de adaptación y sus numerosas enmiendas.

Decía Platón que las leyes, para ser verdaderas leyes, no sólo exigen obediencia, ofrecen, a la vez, la posibilidad de ser persuadidas. Toda ley, para ser una ley y no una expresión de la tiranía, debe dejarse convencer de que puede ser mejor, y debe estar abierta a los argumentos de todos y todas aquellas que le debemos obediencia. Es justamente esa opción que las leyes deben ofrecer, la opción de cambiarlas, la que hace legítima la coacción con la que nos obligan a cumplirlas. Porque siempre podemos mejorarlas, siempre debemos respetarlas. Y añade Platón que hay dos modos de matar la legalidad: una es incumplirla, la otra es impedir la posibilidad de su transformación.

Si es voluntad del pueblo catalán, del pueblo valenciano o del pueblo español en su conjunto otro modelo de convivencia, esa voluntad no es contraria al Estado de derecho ni es contraria al imperio de la ley. No se defienden mejor las leyes por convertirlas en normas intocables, las leyes han de estar vivas y no convertirse en cáscaras vacías y en reliquias sagradas.

Quienes queremos otra España, una en la que quepa Cataluña, en la que se puedan expresar las voluntades, en la que la política sirva para dialogar entre diferentes, en la que nuestras leyes puedan ser persuadidas y cambiadas y en la que las nuevas generaciones tengan algo que decir sobre la Constitución que no eligieron, somos quienes queremos mejorar nuestras leyes y poner nuestra Constitución a la altura de los tiempos. Y para eso no podemos convertirnos en fundamentalistas de nada, ni siquiera de la Constitución. Nuestra Constitución no necesita homenajes al pasado, el mejor homenaje que podemos hacerle a nuestra Constitución es actualizarla.

Clara Serra, diputada de Podemos en la Asamblea de Madrid

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Platón y la defensa de la legalidad

Clara Serra

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