El cielo de La Habana
Contaba Ricardo que durante aquellos días tan sensibles de la Crisis de Octubre o de los Misiles, estaban todos acuartelados en una residencia en la barriada del Nuevo Vedado, “arriba, en la loma” cuando, una vez más, llegó esa noche la orden de Fidel Castro de pasar todos al refugio.
-Ricardito -le preguntó Osmany- ¿Tú sabes lo que es una explosión nuclear?
-No queda títere con cabeza – respondió.
-Entones búscate un ron porque no vamos a morir quemados en esa ratonera de refugio. Vamos a sentarnos en el contén de la acera y disfrutar esta noche cargada de estrellas que puede ser la última. ¿No ves lo linda que está?
Dos días antes de morir de manera tan repentina, Osmany Cienfuegos Gorriarán, de padre asturiano y madre cántabra, a los 94 años de edad, sin tiempo para pensar que llegaba el final de una vida inundada de pasajes que aún guardan el silencio absoluto, en cumplimiento de misiones encomendadas por el propio Fidel, visitó a un amigo en común.
Subió por sí solo los veintitantos escalones apoyado de un bastón y un andador en perfecta armonía de esos implementos de ayuda no con poco esfuerzo y voluntad. Al llegar al salón donde frecuentaba las más diversas e íntimas charlas, extrajo del bolsillo de su chaqueta un ya agonizante cabo de tabaco de esos que se entregan por cartilla de racionamiento, lo prendió y le confesó algunos avatares del día a día.
El capitán del Ejército Rebelde, aunque vivió muy orgulloso de su hermano Camilo, tuvo historia propia en los caminos de la Revolución. Razones le asistían. Sin embargo, en no pocas oportunidades era “el hermano de Camilo”. Tal es así, que el presidente de la República y el presidente del Parlamento en sus notas de condolencia, lo mencionaron: “hermano mayor de Camilo”, “hermano de Camilo”.
Nada mejor que una certera definición poco conocida del propio Fidel en una de sus Reflexiones del 25 de marzo del 2009: “… hermano de Camilo, realizó importantes tareas, no solo como Vicepresidente del Consejo de Ministros, sino también, como miembro del Partido cumpliendo instrucciones mías cuando era Comandante en Jefe. Fue siempre, y es, revolucionario”.
En extremo veloz corrió por las redes la noticia mucho antes de que reaccionara la parte oficial. Aquí van de las dos primeras. Germán Fernández: “Palabra punzante y accionar preciso” y Fidel Pérez: “Arquitecto que hacía pueblos, Una de las personas más inteligentes, más simpáticas y leales a la Revolución”.
Su historia, polémica para enemigos y adversarios, como la de otros tantos hombres que jugaron un rol fundamental en los inicios revolucionarios, falta aún por escribir. Una tarea pendiente para quienes por oficio están obligados a ello.
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