Uno no se consagra en Las Ventas por vestirse el traje de torear sino porque le salga una buena tarde. Ayer Elena Salgado la tuvo. Acompañó la suerte porque le tocó el Rajoy más previsible que a todo se opone y que apenas propone, y con la mano baja y el tono en una línea discreta, Elena Salgado toreó los presupuestos del 2010 de forma acertada.
No se había visto a Elena Salgado en el recorte, al contrario se la tenía por abonada de barrera de las que aplauden en la comodidad de la sombra. Para no ser cabeza de cartel ha hecho una faena meritoria y de triunfo. El hemiciclo barruntaba catástrofe al atardecer porque las crónicas previas decían que era muy grande el morlaco económico como para que Salgado pudiera salir de la Carrera de San Jerónimo por su propio pie. La enfermería permaneció con la luz encendida por si acaso. La andanada popular tenía bien repasado el argumentario del fin del mundo: paro, desaceleración, ruina, catástrofe industrial, y resto de augurios nefastos. Y no es que Elena saliera del debate con la pócima de la recuperación pero al menos logró hacer el milagro de aprobar las cuentas.
A Erkoreka se le puso cara de novio apurado cuando Rajoy le acusó de haberse ido con otra, porque para Rajoy cualquiera que pacte con Zapatero es una persona equivocada a la que hay que redimir. Erkoreka cambió de cuadrilla porque Salgado tiene firmadas más tardes, es el oficio de banderillero.
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