En los nueve primeros meses del año, o sea hasta el treinta de septiembre, en España se habían perpetrado ciento ochenta y tres desahucios cada día. El año 2013, que en paz descansará pronto, ya tiene nombre propio asegurado. Será, si Rajoy se resigna por fin a reconocer que la recuperación que quería endosarle va para largo, el año de los desahucios. Nada mejor se me ocurre para apodarlo. Ese dudoso honor digno, eso sí, del Guinnes de los males, no se lo va a poder disputar ningún otro avatar de tantos como nos azotan últimamente. El año de los desahucios, si señor; seguramente era por algo que el acabar en trece le augurase malos presagios.
Para que nadie vea que exagero, remito a la portada de EL BOLETIN del viernes pasado, y más concretamente a un titular que si mal no recuerdo decía que en los nueve primeros meses del año, o sea hasta el treinta de septiembre, en España se habían perpetrado ciento ochenta y tres desahucios cada día. Bueno, quizás la palabra perpetrado no sea jurídicamente la más correcta, pero ya no voy a darle marcha atrás al cursor para corregirla. Lo siento.
Un pequeño error como considerar que los desahuciadores perpetran cuando ejecutan no parece grave al lado de esa cifra de 49.984 desahucios que, ya digo, a una media de 183 cada veinticuatro horas dejaron en nueve meses a otras tantas familias en la calle, sin techo, a la intemperie con el frío que hace. Escalofría pensarlo y más aún imaginarlo. Hablamos de un país que presume de marca propia y de una economía desarrollada, no de un lugar en la selva africana donde por lo menos el clima es más considerado con las personas.
Aquí no lo es ni el clima ni unos poderes fácticos, políticos y de los otros, a los cuales no parece preocuparles que comparten territorio con niños mal alimentados, ancianos tiritando, y, eso también, funcionarios sin paga extraordinaria que tienen que madrugar para, papeles de un banco de un juez en la mano, sacar de su casa a personas de carne y hueso, advirtiéndoles previamente que si además quieren comer no se les ocurra ponerse a pedir limosna porque los agentes de Ana Botella van a impedírselo a porrazos.
Mal año, sí, para los desahuciados y para todos. A ver si 2014 mejora, lo deseo de corazón a todos.
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El año de los desahucios
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