Últimamente están saliendo bastantes informaciones relacionadas con un supuesto auge de la extrema derecha en España; la última, publicada por Público, habla de un mercadillo militar en un instituto madrileño en el que se comerciaba con objetos llenos de simbología franquista. ¿Somos demasiado alarmistas o realmente nos acercamos a una situación parecida a la que existe en Grecia -con Amanecer Dorado- o Hungría -con Jobbik-?
Mi jefe se decanta por la segunda opción. Dice que, afortunadamente, España no es ni Grecia ni Hungría. Tampoco espera que lo vaya a ser en ningún momento. Lo que sí reconoce es que existe un germen que va por esos derroteros. Un germen que ha ganado algo de presencia en un contexto de brutal recesión económica como el que lleva sufriendo este país desde hace años. Pero, de momento, nada grave.
Ahora bien, mi jefe también nos ha comentado que los políticos -en concreto, los populares- deberían tomarse más en serio el control sobre ciertos sectores de sus respectivos partidos. Y matiza que se refiere, en concreto, a los populares porque ellos son un partido océanico que acoge desde gente de centro hasta gente perteneciente a la extrema derecha. Y porque muchos de estos casos que recoge la prensa tienen que ver, directa o indirectamente, con ellos. Que la Constitución no sólo hay que citarla, también hay que aplicarla.
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La extrema derecha española no es la griega
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