El juez que investiga el accidente de Santiago desmonta la tesis de que el descarrilamiento se debió sólo a un fallo humano y ve fallos en la seguridad por los que imputa a Fomento, a través de Adif. Mi jefe, por su parte, lo celebra: «Se ha impuesto la lógica».
Y se ha impuesto la lógica porque, en primer lugar, al maquinista ya se le estaba acusando de haber cometido todos los males del infierno a las pocas horas del trágico accidente, sin que nadie tuviese muy claro qué había ocurrido realmente. ¿Por qué ese ataque tan virulento tan inmediato? Sospechoso, sospechoso. Lo único que se podía tener claro a esas tempranas alturas, en todo caso, es que el maquinista ni iba borracho ni iba drogado. Pero ese razonamiento -el que defiende la culpabilidad del maquinista- fue el esgrimido por los responsables de Adif.
Además, conforme ha avanzado la investigación se ha conocido que el maquinista, hasta 4 kilómetros antes del lugar del siniestro, iba a una velocidad adecuada para ese tipo de vía y ese tipo de balizamiento. Esos 4 kilómetros a 200 kilómetros por hora supone un período de tiempo de pocos segundos. Vamos, que el maquinista tampoco se estaba echando la siesta.
Por todo eso a mi jefe le parece que se ha impuesto la lógica y que el juez va a empezar por fin a llamar a los verdaderos responsables de una tragedia derivada, por lo que parece, de una chapuza.
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La lógica del juez que investiga el accidente de Santiago
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