Resulta que las recomendaciones que la señora Angela Merkel se ha dedicado a hacer durante los últimos años valen para los demás pero para ella, en campaña electoral, no. Porque, según explica el economista José Carlos Díez, el PIB del segundo trimestre alemán, cuyo dato se ha conocido esta semana, habría crecido por encima de las previsiones, dejando atrás al fantasma de la recesión, gracias a un gran programa de inversión pública. ¿Quién dijo austeridad?
Este programa de inversión pública se habrá podido llevar a cabo, en parte, gracias a los costes de financiación que ha tenido que enfrentar Alemania en los últimos dos años: próximos a cero. Porque hay que recordar que en varias subastas han sido los propios inversores los que han tenido que pagar rentabilidad (lo que se conoce como “rentabilidad negativa”) para hacerse con deuda alemana. Estos costes tan asequibles, por cierto, solían darse después de que alguien, en Alemania, escupiese alguna falacia contra la periferia europea. Mención especial se merece aquel economista germano que vaticinó una guerra civil en Grecia. Así se construye un valor refugio, supongo.
Curioso es, no obstante, que ahora la señora Merkel tenga que enfrentarse estos días a una campaña orquestada por, entre otros, el Frankfurter Allgemeine. El citado diario acusa a la canciller de haberse gastado, durante los años de su mandato, cerca de 122.000 millones de euros rescatando a países. Las acusaciones no terminan ahí porque, de paso, este periódico ha señalado que el Ministerio de Finanzas miente (los datos ofrecidos desde las oficinas de Wolfgang Schäuble arrojan una cifra más discreta).
Lo que yo me pregunto es qué más quieren los alemanes. Merkel se contradice aprobando un plan de estímulo (al que nadie ha hecho objeción alguna) que ha vetado al resto de sus socios, su economía vuelve a ponerse en marcha gracias, en parte, a unos costes de financiación conseguidos por la crisis y, por si todo eso no significase acaso nada, el alemán de a pie parece volver a sentirse ofendido por el ‘despilfarro’ llevado a cabo por Berlín en base a los rescates enviados a países olvidando, durante el proceso, que su no tan lejana en el tiempo reunificación la costeamos entre todos los europeos.
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¿Qué más quieren los alemanes?
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