Ayer este humilde periódico se permitía informar a sus lectores sobre una portada del International Herald Tribune en la que, valga la redundancia, se informaba de uno de los mayores peligros para Europa: la banca alemana. Una tesis, esta, que lleva suscribiendo mi jefe desde tiempos inmemoriales.
Sin embargo, y a excepción de algún que otro medio aquí y allá -por ejemplo, el semanario alemán Die Zeit-, nadie parece haber destacado semejante acontecimiento. Lo cual, se me permita la especulación, es bastante raro teniendo en cuenta que en el Viejo Continente, desde hace algún tiempo, cualquier cosa que se publique sobre nuestros bancos en medios anglosajones tiende a ocupar una parte para nada anecdótica de la tinta vertida.
Mi jefe desconoce el motivo concreto de este silencio. O, mejor dicho, cree que no existe tal motivo concreto. Quizás, nos ha dicho, sea un baturrillo; por un lado los famosos duendes de la rotativas, por el otro el soporífero titular que le pusieron los del IHT a la noticia y, en tercer lugar, el poco interés que parece existir a la hora de contar las vergüenzas de la señora Merkel.
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El silencio en torno a la banca alemana
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