El PP ha lanzado dos mensajes en las últimas horas. El primero, que los tratamientos de reproducción asistida (inseminación artificial, fecundación in vitro…) estarán vetados a parejas de lesbianas y a mujeres solas en la sanidad pública. El segundo, que la ley que restringirá la ley del aborto entrará en vigor «en el próximo trimestre».
Claro, en vista de los acontecimientos le hemos comentado a mi jefe que el Gobierno de Rajoy tiene que estar realmente preocupado para lanzar estos ladrillazos, suponemos que con la intención de apaciguar a –o incluso reconciliarse con- sus votantes más tradicionalistas. Y mi jefe ha contestado que bien puede ser el caso, aunque suena más a una especie de toque de atención para estas mismas personas. Algo así como: “Tranquilos, que ya sabemos que esto lo llevamos, y todo llegará”. Una especie de “no molesten” suave y cómplice.
Ese “no molesten” tiene que ver, evidentemente, con los tiempos convulsos que corren. Tiempos convulsos que se alimentan de dos factores: economía (la propia y la que nos viene de fuera) y corrupción (este es un mal endémico patrio ya por todos conocido).
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El PP calma los ánimos de sus votantes más tradicionales
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