Quien conozca a mi jefe sabe perfectamente que no es ni un católico practicante ni un experto vaticanista. Sin embargo, los asuntos vaticanos, desde que ha llegado Francisco I al poder, le interesan bastante más que antes por un sencillo motivo: algo se mueve ahí dentro.
La última de Francisco, más allá del mediático endurecimiento del código penal para los pederastas con sotana, ha sido la aprobación de una disposición según la cual no se podrán alterar ni destruir documentos del Banco Vaticano. Pero el caso no acaba ahí. Lo mejor es que esa disposición la ha sacado adelante sin el consenso de la Secretaría General vaticana. Es decir, sin el consenso del archiconocido cardenal Bertone.
¿Por qué? Bueno, no se sabe. O nosotros, al menos, no lo sabemos. Pero, según mi jefe, este es el primer Papa que dice que se acabó lo que se daba y que, realmente, parece querer acabar con lo que se estaba dando. Una posibilidad es que la curia tuviese en cuenta ya desde hace un tiempo el lío financiero mayúsculo en el que estaban metidas sus finanzas y por eso decidiese traer a un jesuita, que por todos es sabido su fama de buenos administradores. Podría ser.
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El papa Francisco parece estar acabando con lo que se daba
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