La unión bancaria parece que -¿por fin?- va avanzando con paso lento pero firme. Tras tirarse horas y horas reunidos, los Vientisiete han llegado este jueves a un acuerdo sobre los rescates de los bancos. Más o menos la cosa, a la espera de que la Eurocámara dé el visto bueno, funciona así: a partir de ahora los costes de las ayudas correrán a cuenta de los inversores y no de los contribuyentes.
Mi jefe, evidentemente, aplaude esta tendencia si es que realmente se llega a dar (a estas alturas de la película, cuando le hablan de Bruselas el hombre se muestra escéptico). Porque nunca ha entendido que el contribuyente tenga que responder de los movimientos de un banquero al que ni ha votado ni, en la gran mayoría de los casos, conoce. ¿Por qué el Estado tiene que garantizar la solvencia de un banco privado? ¿Acaso garantiza la solvencia de las papelerías del barrio?
¿Y el riesgo sistémico? Pues se hace como los americanos: si hay riesgo sistémico y el banco se va a desplomar, se nacionaliza al tiempo que se abre una investigación judicial a donde tendrían que ir derechitos los responsables de tan nefasta gestión.
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¿Qué pinta el contribuyente en un rescate bancario?
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