Plagiar en Alemania

Por lo que vamos sabiendo, Alemania, mejor dicho el Gobierno alemán además de otras cosas, es una verdadera cueva de plagiarios. Si alguien entra por aquellos despachos que tenga cuidado con las notas o manuscritos que lleve en la cartera porque a poco que se descuide, aparece algún doctorando que se los pispa. Sobre el papel, los alemanes son muy serios, los chisgarabís nada fiables somos los latinos, quizás porque a muchos les gusta bailar sevillanas, pero los que más trampean a la hora de hacerse con rimbombantes títulos académicos son ellos.

Estos días el Gabinete de Angela Merkel, donde hay menos oro intelectual del que algunos sospechan, tirita ante la noticia de que la ministra de Educación, nada menos que de Educación, una tal Annette Shavan, amiga personal para más inri, de la canciller, es una apropiadora nata de lo intelectualmente y literariamente ajeno. Su tesis doctoral, de la que se valió para trepar a los niveles más altos del escalafón político es un plagio como un piano.

Es el segundo miembro del Gabinete de Berlín que se enfrenta a una acusación tan vergonzosa e incapacitante. Ya Kart Theodor Zu Guttenberg, el elegante aristócrata que se movía con la cartera de Defensa bajo el brazo tuvo que abandonar el cargo con viento fresco cuando se descubrió que el 82 por ciento de su tesis doctoral estaba plagiado. Pero la costumbre de plagiar no es sólo de los ministros en la Alemania que intenta adoctrinarnos a los demás. Los expertos de la organización Vroniplag, que se ve están hartos de tener que convivir con caras duras, ha puesto en marcha un estudio para detectar plagios y ya llevan descubiertos ¡ocho! Algunos son políticos, pero no sólo, también han encontrado redomados sinvergüenzas en el mundo científico.

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