En la sociedad española hay muchas y graves preocupaciones pero entre todas ellas no se ve por ninguna parte inquietud ni siquiera curiosidad popular ante la incógnita por la fecha en que los dirigentes socialistas convoquen primarias para elegir a su candidato a las próximas generales. Preocupa, eso sí, a algunos de sus dirigentes con ambiciones lógicas, no a todos ni siquiera a la mayoría, pero si a algunos que no son capaces de controlar sus prisas por alcanzar alguna posición de poder o influencia superior a la actual.
Fuera de la sede de Ferraz y de algunas Casas del Pueblo la gente, militantes incluidos, pasan. Bastante tienen con el paro en que están algunos, y si no lo están ellos sí familiares allegados, con las dificultades económicas creadas por los recortes impuestos por el Gobierno o con la crisis política que agrava la crisis general creada por la situación en Cataluña. Sobre esos problemas que tanto agravan la vida pública deberían, desde luego, volcar los socialistas sus iniciativas.
Las primarias, sí, pero cuando toquen. Que prisa hay. Las primarias son un invento norteamericano, polémico como todos los sistemas políticos, que aquí se ha mal copiado y que no acaba de cuajar fuera del círculo de aspirantes, quizás porque se ha trasladado mal a nuestras tradiciones políticas. La experiencia nos dice que si se ha copiado sin pagar derechos de autor, por lo menos debería haberse copiado bien. Por cierto que la original, en la fórmula que funciona al otro lado del Atlántico, las primarias para elegir a los candidatos de los grandes partidos, comienzan nueve o diez meses antes de las elecciones. Ni una semana antes.
Aquí, si no recuerdo mal faltan todavía tres años y no parece que Mariano Rajoy vaya a caer en la tentación de adelantarlas, y menos en unos momentos en que la intención de voto al Partido Popular que reflejan las encuestas la tiene cuesta abajo. Que en el PSOE quieran hacer primarias, parece bien; todo lo que sea redundar en la apertura democrática es positivo. Pero sin prisas, que las prisas no son buenas para nada y a la gente la confunden. Claro que ellos sabrán lo que quieren. Por nuestra parte sólo queda pedirles a los más nerviosos que, por favor, no sean tan coñazos.
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