La tregua ha durado poco. Las buenas formas del pasado viernes, cuando los portavoces del Gobierno al presentar los presupuestos eludieron culpabilizar al Ejecutivo anterior de la situación actual han dado paso a un ataque directo de Mariano Rajoy a José Luis Rodríguez Zapatero. Su mala gestión obligaría al actual presidente a hacer cosas que no le gustan y en las que nunca había pensado.
Lo que sí había pensado, y desde hace mucho, es en la forma de evitar que los periodistas hagan su trabajo. Declaraciones sin posibilidad de preguntas. Y ya ni siquiera en directo. Hoy los reporteros se han tenido que conformar con ver al presidente por televisión. Unas imágenes que, además, se han enviado a todas las cadenas.
Con estas actitudes, simplemente el periodismo dejará de existir. Este político no quiere que los incómodos intermediarios le estropeen la fiesta. Pero, nadie se había atrevido hasta ahora a jugar con tanta ventaja. Nadie había demostrado tan poco coraje político.
Y, mientras tanto, los colegios de periodistas se mantienen mudos. Sin esbozar la más mínima protestas ante unas prácticas que, además de atentar contra el más elemental sentido de la democracia, ponen en riesgo a una profesión que deberían defender.
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