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Un morro que se lo pisa. Gana un millón y no renuncia a la beneficencia

Hay personas que tienen morro e incluso nos caen simpáticas por su ‘jeta’, pero hay otras cuya caradura resulta insufrible y se convierten simple y llanamente en sinvergüenzas. Este podría ser el caso de la joven estadounidense que ganó un millón de dólares en una lotería pero que, sin embargo, continuó recibiendo ayuda del gobierno para comprar alimentos, que el estado de Michigan le seguía enviando por error.

La noticia difundida por AFP cuenta que Amanda Clayton, que es como se llama la individua en cuestión y que podría enfrentarse a cargos por fraude, no parecía sentir vergüenza por seguir recibiendo cupones de alimentación destinados a personas de escasos recursos cuando un canal de televisión local la sorprendió descargando su bebé y sus compras de su nuevo automóvil y llevando las bolsas a su nueva casa en el barrio de Lincoln Park.

Esta joven de 24 años, que en septiembre pasado ganó el premio mayor de la lotería, ha seguido recibiendo unos 200 dólares al mes en cupones de alimentos explicó: «Pensé que iban a dejar de pagarme, pero como no fue así, pensé que estaba bien… porque no tengo trabajo”.

Cuando le preguntaron si necesitaba vivir a expensas del contribuyente en un país profundamente endeudado, respondió que el premio no fue tan grande en realidad. Al final quedó en 700.000 dólares por retirarlo inmediatamente y debió pagar 200.000 dólares en impuestos, dijo.

«Creo que está bien porque no tengo ingresos y tengo facturas que pagar», dijo Clayton a la cadena de televisión. «Tengo dos casas… y la estoy peleando», trató de justificar lo injustificable.

En España también ha habido casos que han clamado al cielo. Por ejemplo, el de dos hombres que cobraron durante años la pensión de viudedad después de matar a sus mujeres y uno, incluso, a su hijo. También un joven de Valencia cobra la pensión de orfandad tras asesinar a sus padres. En algunos casos se argumenta que se acogen a resquicios de la ley y en otros se benefician de los errores o desidia de las instituciones, pero, sea por lo que sea, todos estas situaciones revuelven el estómago. ¿O no ?

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Un morro que se lo pisa. Gana un millón y no renuncia a la beneficencia

Ana M. Pastor

Convencida de que “la información es poder” pero no para los periodistas sino para todos los mortales, he convertido la manía de escribir noticias en mi modo de vida y de pagar facturas. “Peleada” con los números y la economía, me centro en la información nacional y de Madrid, esa que llaman “local” pero que es la que puede resultar más útil por ser la más cercana. Los problemas sociales, laborales y vecinales son mi pan de cada día. Con un objetivo: dar “cancha” a las minorías.

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