Cuentan que poco tiempo después de ser elegido presidente, John F. Kennedy recibió la visita de Dwight D. Eisenhower, su antecesor y militar victorioso en la II Guerra Mundial. Eisenhower quería reunirse con Kennedy, según cuenta la historiografía no desautorizada, para darle un valioso consejo. Intentaba prevenirle de los peligros que representaba para la estabilidad nacional e internacional y para la democracia el complejo industrial militar.
Por la brevedad del mandato de Kennedy no ha quedado constancia del uso que hizo de aquella advertencia. Pero en estos momentos quizá hiciera falta que alguien equivalente a aquel veterano político se esforzara en explicarle a Barack Obama y al resto de los mandatarios en activo el peligro que representa hoy el complejo industrial financiero. Un sector de la actividad que se ha constituido en una realidad que se retroalimenta a si misma de modo imparable tras haber desplazado su foco de interés del que fue el objetivo fundamental para el que se diseñó: la financiación de la economía real.
El peligro que supone hoy ese complejo industrial financiero es de tal magnitud que, con seguridad, se le puede señalar como el origen cierto de la crisis que ha devastado a las economías desarrolladas y también como el principal impedimento que existe para que sus efectos puedan ser eliminados.
Tras lograr su principal objetivo que fue el de eliminar la regulación que le afectaba y escapar a la supervisión y el control de los organismos que debían controlarles y vigilarles, los protagonistas y diseñadores de esta estrategia no tuvieron apenas dificultades para universalizar el principio de los mercados desregulados.
Curiosamente, la característica de esos mercados en plural es la opacidad, lo que constituye un oxímoron, porque tal y como se define esta figura retórica al unir opacidad con mercado tenemos, sin duda, la combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, ya que la esencia del mercado es justamente la contraria, la difusión y publicación con la máxima transparencia de cuantas transacciones tienen lugar en su seno.
Ahora que nos acercamos al cuarto aniversario de la quiebra de Bearn Stearns, un aperitivo de la caída de Lehman que llegaría sólo unos meses después, sería bueno recordar que el fin de aquel banco de negocios hizo sonar las primeras alarmas sobre la posibilidad inminente de que la banca como negocio cayera víctima de sus propias ‘operaciones en descubierto’. Y, de ahí en adelante, la bola de nieve no ha hecho más que agrandarse.
La mayor parte de los fenómenos económicos que empobrecen hoy al planeta no son explicables sin considerar el poder de la industria financiera y sin tener en cuenta esas operaciones que han realizado protegidos por la penumbra de esos mercados opacos y desregulados que consiguieron imponer en todo el mundo.
De momento, da la sensación de que la clase política no ha entendido el peligro real que supone la industria financiera en su concepción actual y de su capacidad de moverse al margen de cualquier control, nacional o supranacional. Pero, como decíamos la semana pasada, hasta que una autoridad global no vuelva a imponer un cauce para las transacciones de modo que estas se desarrollen en los mercados regulados y con luz y taquígrafos y elimine el actual predominio de la opacidad, será muy complicado encontrar salidas a la crisis.
Acceda a la versión completa del contenido
El consejo de Eisenhower
“Vemos que Rusia rechaza numerosos llamamientos a un alto el fuego y aún no ha…
España se prepara para un domingo marcado por el calor extremo, con hasta 18 avisos…
Los investigadores analizaron diez de los navegadores con IA más utilizados —entre ellos ChatGPT de…
La Habana, Ciudad Maravilla desde el 2014 según la Fundación 7 Wonders, se nos está…
Posteriormente, el jefe del Ejecutivo hará una declaración en un Puesto de Mando Avanzado. Asimismo,…
Será la primera visita a la Casa Blanca del mandatario ucraniano desde el fallido encuentro…