Fumar, con Rajoy tampoco

Lo siento por los fumadores, que tantas ilusiones se habían hecho en la noche del 20 N, pero me alegro por los que miran por su propia salud y la ajena. Aunque Mariano Rajoy, fumador de puros, había hecho unas promesas etéreas al respecto, el nuevo Gobierno que encabeza no cambiará la Ley del Tabaco. Seguirá prohibido fumar en todos los lugares públicos, bares y cafeterías incluidos. Es una medida que rige en la inmensa mayor parte de los países occidentales avalada por alarmantes informes científicos que alertan del riesgo del humo del tabaco.

Es duro para los fumadores y sobre todo para los empedernidos que suelen aceptar el riesgo y defienden su derecho con verdadera cabezonería hasta que un mal día el médico les enfrenta a la cruda realidad que ofrecen las radiografías de unos pulmones impregnados de nicotina. Entonces se acaba el fundamentalismo de años y se abandona el tabaco, en la mayor parte de los casos para siempre. Entre tanto, de facilidades desde el poder, nada. Una cosa es lo que se promete en la euforia de las campañas electorales y otra la realidad posterior.

Ana Mato, la nueva ministra del ramo, se ha imbuido enseguida de la responsabilidad del cargo. Lo importante es la salud de los ciudadanos y no las aficiones de algunos – no quiero llamarle vicios como procedería — o los intereses comerciales de los propietarios de establecimientos públicos. Gobierno nuevo, año nuevo pero que el tabaco es malo para quien lo consume y quien respira el humo de los que lo consumen es una realidad que no cambia. Seguirán creciendo las terrazas y los fumadores tendrán que seguir exponiéndose al relente para poder fumar.

Qué se le va a hacer. Nunca se gobierna a gusto de todos. Rajoy no les va a proteger contra los resfriados pero sí contra el cáncer de pulmón, que es peor.

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