El abogado de Mladic afirma que su defendido tiene cáncer y de esa manera confía en ablandar el rigor del tribunal que lo tiene que juzgar. ¡Qué mala suerte tenemos, siempre que damos con un genocida está en fase terminal o ha perdido la memoria!
Simon Wiesenthal dedicó su vida a buscar a aquellos nazis que huyeron del juicio de Nuremberg gracias a la tupida red de ayudas que fue la Organización Odessa. Con paciencia de novela negra los fue localizando poco a poco hasta encontrar a sujetos que se hacían pasar por respetables comerciantes alemanes cuándo en realidad eran «revientatripas» de campo de exterminio. Siempre pasaba igual, cuándo los localizaba los vecinos se extrañaban de la relación de aquel señor de origen alemán con la llamada «solución final» que aplicó Hitler a los judíos. Siempre había un testigo que afirmaba que el detenido era un buen vecino que saludaba en el rellano de la escalera.
Con Mladic va a pasar lo mismo. En caso de que prospere esta idea perversa de que los genocidas mejoran con el paso de los años habrá que evitar llegar a octogenarios para que no nos confundan. Por su culpa los abuelitos que tenían tan buena fama en los parques en los que juegan los niños se pueden convertir en seres potencialmente peligrosos.
Uno nunca sabe cuándo espera pacientemente a que un ancianito cruce por el paso de cebra y cuándo ha dejado pasar la oportunidad de atropellar a un cabronazo genocida.
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Entrañables genocidas
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