Hay quién elige tirar su carrera a la basura y lucha consigo mismo hasta que lo consigue, y hay quién decide tirar su carrera por la bragueta y lo logra. DSK hace una semana era uno de los hombres más poderosos de la tierra y acaba este viernes en libertad condicional, posiblemente contagiado por el SIDA, acusado de intento de violación y teniendo que llevar una pulsera telemática para que el juez sepa en todo momento dónde se encuentra.
DSK estaba convencido de que su papel ante la historia era alertarnos de las crisis griegas y ha acabado devorado por una tragedia filipina. Él que presumía de azote de los nietos de Platón termina sus días al frente del FMI como un personaje de Shakespeare que luego se tropieza con la literatura del nuevo Periodismo tan dispuesto a construir relatos de indicios. Nadie ha escuchado todavía a la camarera que le acusa de intento de violación pero ya se podrían escribir guiones para películas de Hollywood que iban a ser muy taquilleras. Llegados a este punto no íbamos a permitir que la realidad nos echara abajo una buena noticia.
Puede que salga con fortuna del juicio que le espera en una corte de Nueva York, pero de dónde no va a salir es de su propio guión que le lleva a dejar de ser aquel poderoso DSK que se codeaba con los grandes porque era uno de ellos. Ni el FMI vio en su día la crisis que se avecinaba, ni Strauss-Kahn supo predecir que aquella llave de la habitación del Sofitel le llevaría a la ruina.
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