Griñán y Chaves se pelean en campo abierto, se atizan de tal manera que ambos se han convertido en el Fukushima del PSOE andaluz, sus residuos contaminan el ambiente y amenazan con enturbiar mares y costas. De momento va un consejero y un viceconsejero dimitidos por no estar de acuerdo con los cambios introducidos en Cádiz.
El PP contempla el espectáculo desde la barrera convencidos de que los socialistas caerán solos, más bien a trompicones manifiestos. Arenas no tiene que mover un músculo para que tiemblen los cimientos del Palacio de San Telmo que fue residencia de los duques de Montpensier, y de dónde salió María de las Mercedes camino de Madrid para casarse con Alfonso XII. Hoy otra copla les ronda a los consejeros de Griñán que se agarran a la penuria de su cargo mientras ven cómo la juez de los Eres pide unos documentos que nunca llegan.
El colmo es la aparición de Iván Chaves como mediador en pilles y manejes, algo que en el PP consideran la reedición de Juan Guerra, aquel que elevó el «cafelito» a la categoría de encuentro oficial. Un asunto que nos devuelve a la España pre-Ave y a los momentos en los que las comisiones se cobraban en pesetas. Conste que Juan Guerra no era partidario de la economía sumergida, en todo caso oculta.
Esta cuaresma le está saliendo muy cargada de penitencias para Chaves al que en el Senado le cantan saetas y él camina a pasitos cortos por Sierpes, acompañado de tambores y cornetas.
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