Desde que Ike paseó en descapotable por La Gran Vía no se recordaba una visita tan esperada como la de Angela Merkel. Gobierno y oposición le han hecho la pelota a la canciller alemana tal y como pedía Julia Roberts en “Pretty Woman”.
Pero visto lo que confían unos, (y lo que desconfían otros), más que una canciller lo que nos hace falta es que nos visite un siquiatra. No puede ser que la visión de España sea tan catastrofista como la quieren vender los amigos de la ruina, esos que llenan las tertulias con predicciones de Nostradamus de garrafón. Seguramente no será tampoco lo que cacarea Zapatero pero en algún término medio debemos andar. Si hacemos caso de los nigromantes entonces tenemos que cerrar el país por falta de futuro, convertirnos en la plaza de garaje de Europa y no aspirar a más.
Nunca antes se había visto que de las miserias se hiciera un espectáculo que tuviera audiencia. Los profetas de los últimos días tienen las consultas llenas, lo que más se lleva es tener analista cenizo de cabecera y escuchar sus predicciones funestas hasta quedarse dormido en el sofá.
La idea que puede sacar Merkel es que a los españoles lo que nos hace falta es librarnos de nuestra capacidad inagotable para ser infelices, un dato que no viene en el IPC. Somos los campeones mundiales en pasarlo mal.
Es complejo ser feliz en la infelicidad pero todo es cuestión de un poco de odio y algo de entrenamiento. Disculpe señora Merkel, es que somos así.
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