Cálculos nazarenos

Mucho se ha hablado de cómo calcular una calle llena de manifestantes. Hay cálculos oficiales, cálculos pesimistas y cálculos optimistas, pero nadie ha medido cuántos caben en una calle en semana santa.

Lógicamente caben los penitentes y los pasos, o tronos, (depende de en qué parte de la geografía estén), pero luego hay que añadir a los curiosos de la acera más los que se asoman a las ventanas, a los balcones y los que se encaraman a los árboles. Delante del trono, o del paso, van unos capillitas que caminan como los cangrejos sin perder la cara al Cristo, o a la Virgen, y luego está el del botijo que ahora lleva una botella de plástico con agua mineral, y el tipo de la pértiga que levanta los cables en los momentos críticos, y el tonto que se cruza delante de la cámara de televisión varias veces, (porque es un tonto digitalizado que no desaparece), y luego los tontos de las cámaras con el trípode que no dejan ver a nadie y se colocan en primera fila. También suele andar por la zona el pipero con otro paso con ruedas en el que lleva de todo, hasta tambores para los niños.

En una calle con procesión cabe todo el mundo y no cabe ni Dios, (con perdón), porque ni los mismísimos apóstoles tendrían sitio en el paso de la Última Cena porque no le dejarían subirse los tontos del trípode que se creen Spielberg.

Los cálculos nazarenos no son fáciles de establecer porque cuando crees que ya no cabe nadie más en la calle entonces aparece uno con un teléfono móvil que llama a voces a otro que está en la acera de enfrente y que no puede escuchar el timbre por el estruendo de los tambores.

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