Dentro de los límites geográficos de la zona del euro, un territorio situado en el Viejo Continente en el que se integran, de momento, 16 países, hay sectores que parecen estar contentos con el descrédito de la moneda del Banco Central Europeo, porque creen que mejora la competitividad exterior de sus tejidos productivos. Son, más en concreto, los representantes de algunos sectores económicos alemanes y del ala más liberal de la clase política germana quienes parecen pensar así en lo que podría calificarse de irresponsabilidad política.
Quizá el euro y el dólar alcancen la paridad y las exportaciones teutonas consigan cifras bendecidas con el marchamo de los récords. Pero, a cambio, las finanzas públicas federales alemanas se encontrarían en una situación extrema y el Ejecutivo de turno se vería obligado a lidiar con un fuerte ajuste social interno, el proceso doloroso que le espera ahora a Grecia, y quizá a algún otro país del Viejo Continente adscrito a la moneda única, y que tanto Berlín como el resto de los Gobiernos europeos intentan eludir a cualquier precio.
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Los ‘neocon’ alemanes y el descrédito de la moneda única
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