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La cartas marcadas de la banca europea

Los financieros que provocaron la crisis vuelven a eludir su responsabilidad tras los rescates. La posibilidad de que Grecia salga del euro sigue sobre el tapete, según algunos expertos. Poco importa que el país haya sufrido una humillación política pocas veces vista en la historia en las negociaciones de hace una semana previas al nuevo infierno económico, también llamado tercer rescate, al que la UE ha condenado de nuevo a la mayoría de los helenos.

Para justificar lo injusticable, Berlín y sus palmeros entusiastas, muchos de ellos de nacionalidad española, se han dedicado a utilizar un argumentario plagado de generalizaciones racistas que pone los pelos de punta. Por lo menos a quienes recuerdan la historia del siglo XX y también que los fundadores de la utopia unitaria europea que ahora se disgrega, luchaban sobre todo contra los enfrentamientos nacionalistas que desangraron al Viejo continente en dos terribles guerras que trajeron pobreza y millones de muertos.

La manera de cambiar el paso y alejarse de esa terrible pesadilla fue instaurar el principio de la solidaridad entre los pueblos. Y también ejercer el olvido como el fecundo territorio en el que crecen las segundas oportunidades. En estos días terribles en que la institutriz Angela Merkel y su mayordomo Wolfgang Schäuble se han empleado a fondo para ‘destrozar’ a los griegos, se ha recordado algunas veces, la generosidad con que los europeos fueron capaces de olvidar los desmanes cometidos por Alemania en sus tiempos más oscuros y aprobar una condonación de la deuda que permitió a los germanos abandonar la pobreza y convertirse en el próspero país que son ahora.

No fue la única vez, por cierto, en que los teutones se beneficiaron de la solidaridad europea y de la capacidad de perdón de sus ‘socios’ en el euro. También, no hace tanto, se permitió la unificación de las dos ‘alemanias’, a pesar de las advertencias de algunos que no podían olvidar el comportamiento habitual de esta nación cuando ha contado con su máxima potencia. Un momento en el que, por cierto, dejaron de aplicarse, por ejemplo, las estrictas reglas sobre el déficit público previstas en los tratados europeos, porque Alemania, primero, y Francia, después, no pudieron cumplirlas, sumergidas como estaban en un momento de ‘excepcionalidad’ económica.

Sorprende, por lo tanto, el cinismo de las élites teutonas, y de sus lacayos españoles, al mostrar su inflexibilidad en la negociación con Grecia. Pero, ni siquiera ese olvido y esa arbitrariedad para modular los nudos corredizos, según cuál sea el cuello que se pretenda apretar, es lo más oscuro con lo que tiene que enfrentarse cualquier observador imparcial. Hay cosas peores y mucho más recientes que aún le hacen más daño a la unión europea y ponen más en peligro la supervivencia del actual sistema.

Y hace muy poco hemos tenido aquí mismo un España un espeluznante ejemplo de ese tipo de sucesos que dinamitan, y pueden llegar a destruir, la confianza de los ciudadanos en las instituciones que les gobiernan. Me refiero a la decisión de los actuales gestores de Bankia de dejar claro en los juzgados que la entidad no se ha visto perjudicada por los usuarios de las ya famosas ‘tarjetas black’ de Caja Madrid. Según un informe de los servicios jurídicos de la entidad rescatada, citado por el 65 de los 85 directivos que hicieron uso de ese escandaloso privilegio no hicieron daño alguno a un banco cuyo saneamiento le ha costado a los españoles 24.000 millones de euros el 2,5% de su PIB.

El argumento que usan los abogados de la entidad presidida por José Ignacio Goirigolzarri, es que cuando los beneficiarios del chollo dispusieron libremente de esos 15,5 millones de euros de dinero ‘regalado’ ni ese banco, ni su matriz, BFA, existían aún. Por lo que el 80% del dinero ‘malversado’ no afectaría a un banco inexistente antes de enero de 2011. Tendría que ser otra entidad la que reclamara ser resarcida por estos hechos. En concreto, la actual Fundación Caja Madrid, que no se ha personado en la causa que instruye el juez Fernando Andreu.

Esta forma de proceder de los abogados de Bankia ha sido un verdadero regalo para las defensas de los exconsejeros de Caja Madrid inmersos en el proceso judicial, porque permiten que sus clientes se libren del delito de administración desleal ya que no hay ningún perjudicado. Y lo que es peor, pueden servir para eximir a Bankia de cualquier responsabilidad en los casos de las ‘preferentes’, puesto que el banco tampoco existía cuando se diseñó y se vendió este producto presuntamente fraudulento que ha arruinado a un montón de ‘contribuyentes’ españoles.

Es curioso que los actuales gestores de este banco rescatado olviden con tanta facilidad su condición de empresa pública. El hecho de que su principal accionista sea en este momento el Estado español, no parece obligarles a tener un comportamiento solidario con la sociedad a la que deben servir. No les obliga, por ejemplo, a perseguir, con todas las armas a su alcance, el castigo ejemplar de un grupo de personas cuyo comportamiento ha demostrado la existencia de esa ‘casta’ que tanto molesta a los ciudadanos de bien.

Ya ven, en determinados ámbitos, los financieros, sobre todo, está perfectamente tipificado el hecho de que para según quien sí que se puede aplicar, hasta legalmente, esa manga ancha que a otros se les niega. Curiosamente los mismos a quienes se ha rescatado, de verdad, en las operaciones sanitarias griegas que van a tener ahora un nuevo y sangrante capítulo, según todo parece indicar.

Lo malo es tanto el nuevo rescate para Atenas como la generosidad de los actuales gestores de Bankia con sus controvertidos predecesores son nuevas gotas que caen sobre un vaso a punto de colmarse. Y que la persistencia en esta forma de proceder en un momento en el que aún ni siquiera están cerradas las heridas que provocó la crisis puede tener unas consecuencias muy desagradables. Se está tensado demasiado de la cuerda y si se rompe Europa y España podrían volver a precipitarse en el peligroso abismo de una crisis social de muy difícil solución.

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La cartas marcadas de la banca europea

Rafael Alba

No fui fotógrafo de "Playboy", pero sí hice allí entrevistas y artículos. Escribí sobre música en "Diario 16", "Geo", "El Gran Musical", "ZZPOP", "Audioprofesional", "Sterofonía" y "Backstage". En "El Economista", "America Económica", "Cuba Económica" y "La Revista de la Bolsa" intenté aprender economía. En "El Boletín" me metí en política. Y ahora he vuelto a lo mío. Pero lo que más me gusta es tocar la guitarra, así que no es raro verme subido al escenario de algún club…con Las Dos en Punto, por ejemplo.

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