El líder de Ciudadanos ha aumentado su presión sobre el presidente del Gobierno para recuperar el terreno perdido. La cuenta atrás para las elecciones generales ha empezado ya y, según las últimas encuestas, el panorama se mantiene, más o menos, estable tras las elecciones municipales y autonómicas del 24M. Hay tres opciones políticas de ámbito nacional -PP, PSOE y Podemos- que se mueven en cifras de intención de voto situadas en el entorno del 20% y pelean por el liderazgo en una situación cercana al triple empate. Y otra -Ciudadanos-, que ha perdido fuelle tras sus pactos multicolores y aparece por debajo de sus competidores a unos cinco puntos de distancia.
El partido de Albert Rivera, además, parece el favorito de unos y otros, como compañero de viaje de PP o PSOE en un eventual gobierno de coalición para el futuro. Lo que, en cierta manera, significa también que la mayoría de los votantes parece descartar a la formación naranja como posible partido de gobierno.
Es más bien, una suerte de elemento corrector que puede servir para obligar a los azules o a los rojos a no relajarse demasiado y dejar en el olvido el proceso de regeneración democrática que se han visto obligados a poner en marcha como consecuencia de la presión popular.
Al final, el bagaje ha resultado demasiado pequeño para lo que algunos esperaban. Es cierto que la aparición de Rivera y los suyos ha servido para frenar el ascenso imparable de Pablo Iglesias que antes de la entrada en juego de Ciudadanos parecía viajar a velocidad de la luz hacia la presidencia del Gobierno. Y, en ese sentido, ha resultado ser un instrumento muy útil para las élites atemorizadas.
Pero, a tenor de lo que se refleja en esas encuestas de las que hablábamos al principio, su aportación no parece que vaya a ser decisiva para garantizar esa ‘estabilidad’ a la que algunos sectores aspiran. Ni tampoco, para asegurar la continuidad de las políticas económicas que se han aplicado en los últimos años.
Sin duda este es el mayor fracaso cosechado por Rivera en los últimos tiempos. Al menos desde el punto de vista de quienes apoyaron el inesperado y potente despegue de la opción naranja. La llegada al poder de las candidaturas de unidad popular en las grandes ciudades españolas y el relativo fracaso, al menos por el momento, de la campaña de descrédito, desprestigio y acoso judicial que las fuerzas más conservadoras han intentado poner en práctica desde el minuto uno, vuelven a abrir la puerta de la incertidumbre.
Los viejos trucos han dejado de funcionar y algunas figuras que parecían invencibles se desploman. Por eso toca llevar a cabo un rápido cambio de tercio que sirva, cuando menos, para salvar algunos muebles. Pero la estrategia podría estar destinada al fracaso si el desmantelamiento ordenado de las políticas de austeridad a ultranza no viene acompañado de la culminación del proceso de relevo en los liderazgos.
No resulta fácil convencer a los ciudadanos de que las mismas figuras que han enarbolado las tijeras para podar con entusiasmo su poder adquisitivo y sus derechos sociales, vayan ahora a hacer justamente lo contrario. Los nuevos tiempos necesitan nuevas caras.
Y para que ese cambio sea verdaderamente visible es necesario que el actual presidente del Gobierno Mariano Rajoy, desaparezca del mapa. La operación de desgaste lleva algún tiempo en marcha. Desde dentro y desde fuera del partido.
Pero, esta vez, como ha quedado patente tras el fracaso de Esperanza Aguirre en las municipales madrileñas, las opciones más conservadoras están descartadas. Y, lo peor de todo, es que, hoy por hoy, no parece haber nadie en el PP que se ajuste al perfil que necesitaría el partido para remontar el vuelo. Falta esa figura capaz de representar la cara de la derecha tolerante y compasiva.
En realidad, claro sí que existe. Se llama Albert Rivera, pero no milita en el PP. Y, sin embargo, si que podría, como ha sucedido en Madrid y en otras autonomías, hacer posible la permanencia en el poder de este partido. Aunque fuera de penalti y en el descuento. Lo malo es que, según están hoy las cosas, el gobierno resultante de ese pacto no tendría asegurada la mayoría absoluta y la temida inestabilidad sería la tendencia dominante de ese tiempo político futuro.
¿Hay alguna posibilidad de evitar la catástrofe? En ciertos ambientes se apuesta por aplicar soluciones rápidas y desesperadas. Pero todas pasan como hemos dicho antes, por deshacerse de Rajoy. Y esa es una explicación posible para la beligerancia y los ataques personales directos que Rivera dirige contra el presidente del Gobierno en los últimos días.
No se trataría sólo de empezar a marcar de nuevo ese perfil propio que sus pactos han desdibujado. Sería más bien una forma de mostrar que las posibilidades de entendimiento entre los dos partidos conservadores son casi nulas mientras el actual presidente del Gobierno mantenga su puesto.
Ni siquiera importaría demasiado que Rajoy vuelva a ser el candidato del PP. Su sustitución podría hacerse luego, cuando las urnas confirmarán la debacle que se espera. Y, de rebote, incluso podría ser conveniente que fuera el propio Rivera, incluso con menos escaños que sus posibles socios, quien acabara convirtiéndose en el inquilino de La Moncloa.
Pero antes, los naranjas tienen que recuperar terreno, volver a acercarse al 20% de intención de voto y a aspirar a la victoria. Y, si algo esta claro, es que el apoyo popular que necesitan sólo pueden encontrarlo en los caladeros electorales que, hasta no hace mucho, eran territorio exclusivo de los populares.
Acceda a la versión completa del contenido
El ‘archienemigo’ de Rivera
Montar una exposición que realmente marque la diferencia es una tarea que mezcla ingenio y…
El debate sobre vivienda y seguridad ha dominado la conversación en 2025, pero el cuadro…
La jornada que debía ser un paseo triunfal por el centro se convirtió en una…
La 90ª edición de la Vuelta cerró este domingo con un hecho inédito. Las protestas…
La Vuelta se presenta como un evento neutral, pero en realidad refleja las contradicciones del…
La jornada, que debía ser un desfile festivo por las calles de la capital, ha…