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Una pesadilla para la humanidad

Los yihadistas no se contentan con ser un peligro para la especie humana, el progreso y la convivencia en libertad. También odian la historia, la cultura y el arte. El yihadismo y su gran obra, el EI (Estado Islámico), se han convertido en una verdadera pesadilla para la humanidad. Todos los días hay alguna noticia sobre sus acciones, todas siniestras y por lo tanto, deplorables. Unas veces son asesinatos, otras terribles decapitaciones a sangre fría, otras secuestros de mujeres y niños de los cuales casi nunca vuelve a saberse nada. Todo lo malo que cabe imaginar lo están reinventando los yihadistas para vengarse de quienes no opinan ni creen lo mismo que ellos.

Pero los yihadistas en sus versiones diferentes no se contentan con ser un peligro para la especie humana, el progreso y la convivencia en libertad. También odian a la historia, a la cultura y al arte. Aún está reciente la destrucción que los talibanes – versión afgana del yihadismo – llevaron a cabo de estatuas centenarias y gigantes de Buda. Unos paquetes de dinamita acabaron para siempre con aquel tesoro que la gente civilizada del país enseñaba con tanto orgullo.

De nada sirvieron las recomendaciones y críticas foráneas. Ahora en la clandestinidad, mientras siguen guerreando para volver al poder en Kabul, se sienten orgullosísimos de semejante barbaridad. Una barbaridad que luego fue repetida en las semanas que permanecieron en Tombuctú otros yihadistas y que han vuelto a repetirla estos días los del EI en Mosul, la capital del califato que han creado en territorios fronterizos de Irak y Siria.

Algunos iluminados por el fanatismo y el analfabetismo islámico planificaron la destrucción de decenas de valiosas piezas arquitectónicas del siglo VIII antes de Cristo que se conservaban en el museo de la ciudad y que al parecer consideraron pecaminosas. Piezas únicas, de valor incalculable que aquellas bandas liquidaron a porrazos en pocos minutos. Uno pretende siempre concederle alguna razón a los enemigos, pero el yihadismo no merece ni un ápice. Es un peligro público mundial y se impone erradicarlo.

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Una pesadilla para la humanidad

Diego Carcedo

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