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Aviones para un aeropuerto

La pena, relativa bien es verdad, es que el inefable Carlos Fabra no los pueda ver aterrizar desde sus gafas ahumadas en la prisión donde cumple condena. Se nota cada día con mayor intensidad que las elecciones autonómicas y municipales están cerca. Los pre candidatos y sus partidos han vuelto a sacar sus sonrisas de campaña, surgen soluciones igual que si se tratase de setas en tiempo lluvioso para los problemas que hasta ahora permanecían olvidados o subsumidos para la eternidad en la crisis sin fin que sólo Rajoy asegura, protegido por el plasma, que ya es historia y en los partidos navajas cabriteras brillan por los pasillos.

Cómo será la cosa que hasta el aeropuerto peatonal de Castellón, la obra más absurda de tantas obras absurdas como se ejecutaron en nuestro país en tiempos no muy lejanos, va a acabar teniendo aviones. Ignoro, como todo el mundo, de dónde los van a sacar, pero los tendrá, en una de estas reducidos a maquetas, lo cual de momento garantiza que el despilfarro de sus costes de mantenimiento seguirán subiendo como la espuma.

La pena, relativa bien es verdad, es que su promotor, el inefable Carlos Fabra no los pueda ver aterrizar desde sus gafas ahumadas. Desde la prisión donde cumple condena, después de tanto hacerse rogar para entrar, no va a poder contemplar el final feliz de su obra. Qué se le va a hacer, quizás le quede el consuelo de verlo por televisión o, mejor aún, de disfrutar el 22 de la suerte del Gordo que con tanta proclividad le ha venido favoreciendo.

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