La antigua portavoz nacional de la PAH entra en política a la cabeza de un Podemos catalán que intentará convertirla en alcaldesa de Barcelona. Casi nadie creía que Ada Colau, la antigua portavoz de la Plataforma de Afectados por las Hipoteca (PAH), pensara de verdad retirarse de la vida pública cuando abandonó la primera línea de esta organización. Y esa mayoría silenciosa de escépticos estaba, evidentemente, en lo cierto.
Hoy sabemos que Colau ‘coquetea’ con ser candidata a alcaldesa desde el liderazgo de un nuevo movimiento Guanyem Barcelona. Una opción social horizontal y asamblearia que, además, se posiciona a favor del ‘Sí, sí’ en la hipotética consulta soberanista que promueve la Generalitat, pero que lo haría para propiciar la apertura de un debate constitucional en toda España, no por apoyar la independencia de Cataluña, exclusivamente.
En una reciente entrevista Colau ha definido, además, con claridad a su ‘enemigo’ a batir. Su opción política nace con la vocación de jubilar para siempre a los llamados partidos del sistema, entre lo que en este caso incluye a CiU y PSC, con quienes no existe posibilidad alguna de llegar a acuerdos.
Pero la activista, se ha abstenido de meter a ERC en el mismo saco. Oriol Junqueras es demasiado popular todavía para buscar un enfrentamiento directo con él. Y está claro que los actuales equilibrios dialécticos de la próxima candidata tienen que ver, y mucho, con su intención declarada de tocar poder. Así que toca medir las palabras y extremar la cautela.
Su movimiento, dispuesto a ser el Podemos catalán, no quiere, simplemente, tener algún concejal. Ada quiere ganar en Barcelona y para conseguirlo, tiene que presentar una opción que sea independentista pero poco, izquierdista radical pero no mucho, y con el toque justo de populismo en el discurso.
Pero esa es sólo la guarnición, al fin y al cabo. Lo importante ya lo tiene. Su carisma, su imagen mil veces difundida por los medios de comunicación y un claro historial de oposición al actual sistema y sus políticos con quienes hasta ahora no ha estado relacionada en absoluto.
¿Conseguirá su propósito? Cualquiera sabe. Pero, lo mismo que ha sucedido con Pablo Iglesias, otro líder nuevo con quien Colau comparte señas de identidad, ella se perfila como el verdadero enemigo a batir. Ambos, a quienes quizá el tiempo convierta en rivales, son ahora el modelo con el que van a ser comparados todos los demás candidatos y eso les aporta una ventaja clara sobre sus rivales que quizá puedan convertir o no en votos suficientes para conseguir su propósito.
Un objetivo que, en este caso, también es común para Colau e Iglesias. Convertir las elecciones locales y autonómicas en la siguiente batalla ganada en esta guerra por el poder en la que ya están inmersos. Es lógico. Por las características de sus movimientos, conseguir alcaldías y tener peso en los parlamentos autonómicos resulta mucho más importante, por ahora, que alcanzar la Presidencia del Gobierno. Aunque eso también puede llegar.
No necesitan triunfar, por ahora, en ninguna otra parte. Tomar el control de las dos ciudades más pobladas, y conocidas en el exterior del Estado español, sería más que suficiente, para demostrar que su irrupción en el panorama político no es un simple toque de atención para que los partidos tradicionales tomen nota. Ni mucho menos. Es una realidad a tener en cuenta, que ha llegado para quedarse y marcará el futuro, porque ya ha definido las coordenadas del presente. El terreno de juego en el que tienen que moverse todos los demás.
De momento, en Barcelona y en Madrid, las dos plazas que Colau e Iglesias quieren conquistar de inmediato, parten casi como favoritos. Por varios motivos. En ambos lugares, los candidatos de la derecha, aquí hay que incluir a CiU, están absolutamente desacreditados y han sufrido derrotas severas para su imagen provocadas por los nuevos movimientos sociales. Por esas mareas que están en el origen del éxito político y mediático de estas dos figuras emergentes.
Y, ¿qué decir del resto de la izquierda? De ese PSOE y hasta de esa IU a quienes la simple irrupción de estos ‘enemigos’ inesperados ha provocado su enésima crisis de identidad.
Pero su forma de actuar vuelve a demostrar que no se han enterado del mensaje. Ambas formaciones parecen querer ‘refundarse’, buscando primero un candidato a la presidencia del Gobierno. Un líder nacional sólido. Sin darse cuenta de que ese no es el problema. La debilidad fundamental de ambos, para el próximo escenario político al que nos acercamos es que carecen de líderes locales creíbles. ¿Cuáles son, por ejemplo, sus apuestas para Madrid y Barcelona?
Quizá esté equivocado, pero da la impresión de que no las tienen. ¿Cree de verdad el PSOE que con un tándem formado por Jaime Lissavetzky y Tomás Gómez puede resultar competitivo en las urnas? ¿Como va a aspirar el PSC a la Alcaldía de Barcelona, que hasta hace muy poco siempre controló en el estado en el que está su partido?
Y lo mismo pasa con IU. En Cataluña, porque no han sido capaces de separarse del abrazo de Artur Mas a la hora de defender el famoso derecho a decidir. En Madrid, porque siguen sin entender que su actual división y la pelea partidista que ha puesto en cuestión sus posibilidades de conservar su feudo de Rivas, es demasiado plomo para las alas de un partido que aspiraba a todo y vuelve a correr el riesgo de convertirse en una referencia a pie de página.
En definitiva, la precampaña de las próximas municipales y locales ha empezado ya. Hasta la propia Ana Botella parece haberse dado cuenta, a pesar de no haber destacado nunca, precisamente, por su olfato político. La pelota está en el terreno de juego y no se puede llegar tarde a la cita.
Las demoras pasan factura luego. Esta vez no va a valer la excusa con la que muchos responsables políticos intentaron minimizar su fracaso en las pasadas elecciones europeas. Ahora nadie podrá decir que no había sido avisado.
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¿Será Ada Colau la verdadera rival de Pablo Iglesias?
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