Tienda en Cuba
Como en el barrio se habla y critica de todo, unas veces sale a la riposta; otras, asiente. En algunos casos, da la razón a los inconformes, mientras que en otros prefiere guardar silencio.
Una vecina, también con enjundioso currículo, pero de psiquiatría, hay que evitarla hasta para darle los buenos días porque su respuesta no es otra que, hasta las cuántas, que algo tiene que pasar, que ya no resiste un día más ante tamaña colección de dificultades.
Migdalia, una octogenaria que para nada raro vive sola porque sus hijos radican el exterior de la isla, aparenta buena salud, se baña en la costa y hace sus ejercicios del Taichí, pero no por ello logra llamar la atención. Eso sí, cuando le sobreviene el corte de electricidad, programado y sorpresivo por situación de emergencia, maldice a la madre del más pinto de la paloma sin distingos geográficos.
Y encontrar a un joven, inundado de salud y vigor, hay que caminar un poco. Allá, como a 150 metros de distancia hay uno que ni trabaja ni estudia. La tía lo consiente porque a cada rato busca monte adentro queso blanco que vende en el vecindario. Siempre alegre y dicharachero, con una sonrisa perfecta, cada vez que paso por su lado, ríe, y sin dejarme hablar, puntualiza que “no comments, no comments”.
A conocidos y también desconocidos en la cola del pan, un anciano diabético cuenta que luego de consultar al diabetólogo, este le confirmó que grandes disgustos y preocupaciones también influían en el aumento de glucosa en sangre, que debían tomar las cosas con calma y no alterarse por si demoraba la entrega del producto.
El de la Mipyme de la comunidad se caracteriza por su prudencia y tal parece que, así como hace la selección de las compras lo hace con las palabras. “Luchando, luchando” e interprete usted a como le venga en ganas el acertijo verbal.
Médico de la comarca ya tiene la receta para cualquier mal articulado en las cuerdas vocales o en el propio cuerpo: “Mucha agua, mucha agua y bañarse con quimbombó para que todo le resbale”,
No puede faltar el optimista, ese que tiene la facultad de minimizar las dificultades, aunque las padezca en carne viva y no goce de ningún privilegio. Para él, todo es transitorio, que de peores hemos salido. Su argumento es breve y conciso: «Resistir, resistir». Y si se trata de nombrar responsables, su dedo índice es como una brújula apuntado al norte.
Aquellos que en esta noche de lunes acudieron a su cita preferida en el programa televisivo Historia del Cine, buena sorpresa se llevaron cuando se les ofreció El Proceso, de Orson Welles y basada en la novela homónima de Franz Kafka: burocracia y corrupción en acción, entre otras lecturas.
Entre tanto, no dejo de pensar en Digno, el santiaguero, mi compañero de armas en Angola y Etiopía, cuando cada vez que nos caía de cerca un obús o granada de mortero enemigos, gritaba a voz en cuello: “¡No hay paz con los buenos!”.
¿Lo seguirá gritando allá por la calurosa y hospitalaria Santiago de Cuba?
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“No hay paz con los buenos”
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