El vicepresidente segundo de Derechos Sociales y Agenda 2030, Pablo Iglesias
No sabemos como serán los consejos de ministros en esta nueva etapa política en que se ensaya un Gobierno de coalición, por lo que parece mal entendida. Sólo sabemos que ahora se prolongan más tiempo lo cual augura mayores desencuentros. Cuando se constituyó la coalición ya surgieron sospechas de que entrábamos en una época con dos gobiernos: casi nadie confiaba que entre dos partidos tan diferentes como el PSOE y Unidas Podemos, pudiera establecerse una colaboración satisfactoria.
El propio presidente Sánchez había pronosticado unas semanas antes que a él esa fórmula, teniendo a Pablo Iglesias como vicepresidente, le quitaría el sueño. Imagino que la profecía se estará cumpliendo. Ni siquiera el enfrentarse a una responsabilidad d vida o muerte como es la pandemia generada por el coronavirus parece haber propiciado una unidad del Gabinete ante el objetivo común de enfrentarla. Imagino que la profecía se estará cumpliendo. Ni siquiera el enfrentarse a una responsabilidad de vida o muerte como es la pandemia generada por el coronavirus parece haber propiciado una unidad del Gabinete ante el objetivo común de enfrentarla.
Por el contrario, la imagen pública que dan las informaciones que se van conociendo es muy diferente. Todos los días trascienden noticias de que el interés electoralista de los populistas sigue imponiéndose a la necesidad de afrontar una gestión seria y armónica, como se impone. Pablo Iglesias se aprovecha de su condición de vicepresidente tercero para adelantar propuestas que enseguida tiene que aparecer un ministro más serio a matizarlas, por no revocarlas.
Se está dando la imagen del político bueno, que asalta los micrófonos y las cámaras para hacer propaganda de sus ideas y proyectos como si se tratase de hechos consumados. Como no es tonto y algo debe saber de los problemas existentes, deja fluir su demagogia olvidándose de que cualquier decisión debe ser analizada, debatida y acordada sólo cuando se asegure que responde a las posibilidades que existen de llevarla a la práctica. El se anticipa al hecho y luego tiene que venir otro más sensato asumir que no todo el monte es orégano.
Y no se trata de un hecho concreto: situaciones así son frecuentes. Su actitud indigna a algunos compañeros de Gabinete a quienes toca ejercer de ministros malos. Iglesias va de bueno, de ofrecer comprensión, si es que no apoyo a los proyectos independentistas catalanes, de atacar a la Jefatura del Estado olvidándose de que eso es ir contra la Constitución que se impone y no debería olvidar que su presencia en el Gobierno limita en extremo la posibilidad de unir a otras fuerzas. Si no recupera rápido la prudencia quizás acabe pronto en el paro.
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Ministro bueno, ministro malo
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