Meta / Foto: Verena Wolff - dpa-tmn - dpa
La decisión de Meta se suma a un creciente malestar empresarial en torno a la regulación europea de la Inteligencia Artificial (IA). Mientras Bruselas defiende que su enfoque proporciona seguridad jurídica y reduce la carga burocrática, empresas como Meta, Siemens o Airbus critican que las nuevas directrices podrían limitar la competitividad y el desarrollo tecnológico del continente. El pulso entre regulación y libertad para innovar sigue aumentando.
La tecnológica estadounidense ha confirmado que no firmará el Código de Buenas Prácticas de IA que presentó la Comisión Europea como guía voluntaria para ayudar a los proveedores a cumplir con la Ley de Inteligencia Artificial, cuya entrada en vigor está prevista para el 2 de agosto de 2025.
Según Joel Kaplan, director de asuntos globales de Meta, el texto “introduce una serie de incertidumbres legales” que complican el trabajo de los desarrolladores y plantea requisitos que van “mucho más allá” de lo previsto en la normativa principal.
«Europa va por mal camino en materia de IA», ha sentenciado Kaplan
Meta no está sola en sus críticas. A principios de julio, 44 grandes compañías europeas, entre ellas Bosch, Siemens, SAP, Airbus y BNP Paribas, firmaron una carta abierta a la Comisión Europea solicitando que “detenga el reloj” en la aplicación de estas normativas.
Para Meta y otros actores, la sobrecarga regulatoria podría “frenar el desarrollo y la implantación de modelos de IA de vanguardia” y relegar a las empresas europeas en la carrera global por la innovación.
Desde Bruselas, la vicepresidenta ejecutiva Henna Virkkunen ha defendido las nuevas directrices y el Código de Buenas Prácticas como herramientas clave para garantizar que los modelos de IA sean “seguros, transparentes y en consonancia con los valores europeos”.
“Con las directrices de hoy, la Comisión apoya la aplicación fluida y eficaz de la Ley de IA”, afirmó Virkkunen
El Ejecutivo comunitario asegura que los proveedores que se adhieran al Código se beneficiarán de menos carga administrativa y más seguridad jurídica frente a otros caminos de cumplimiento.
Este episodio refleja el creciente choque entre la visión reguladora de la Unión Europea y la preocupación de las empresas tecnológicas por mantener un entorno competitivo e innovador.
Mientras la Comisión insiste en que su marco es voluntario y busca equilibrar innovación y protección, voces como la de Meta alertan de un posible desplazamiento del talento y la inversión fuera del continente si las normas no se ajustan a la realidad del sector.
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