Banco Sabadell
Si el inolvidable Josep Pla viviese y viera lo que está ocurriendo en su tierra seguramente repetiría la famosa frase que popularizó cuando recién llegado un anochecer a Manhattan y ver el derroche de luces que ofrecía la ciudad, exclamó: “¡Y esto, ¿quién lo paga?” Todavía está por ver quién está asumiendo los dispendios que está suponiendo el llamado “procés”, la larga lista de trapisondas y marrullerías políticas promovidas desde la Generalitat para forzar la independencia de Cataluña.
Es mucho dinero opaco el que sin duda está detrás y quién, mejor quienes, lo están sufragando es un misterio a medias que, eso sí, con el tiempo se acabará sabiendo al cien por cien. De momento lo que empieza a saberse no es tanto quien paga las exigencias de los antisistema de la CUP para imponer su voluntad, pero si se ve ya quienes cargarán con el precio, sobre su cuenta de resultados unos y sobre sus costillas, otros. Lo que está ocurriendo y la amenaza de que la irresponsabilidad de los dirigentes les lleve a proclamar la República, ya está costando muchos euros.
Algunas grandes empresas, lideradas por el Banco Sabadell, ya encabezan una huida hacia otras plazas desde donde puedan mantener su actividad normal dentro del marco español y, por lo tanto de la Unión Europea. La Caixa parece que maneja la misma intención y con los bancos ya son varias las empresas importantes que han anunciado su traslado mientras que otras, entre ellas varias decenas de pymes, consta que ya están preparando las maletas. Pronto este éxodo empezará a generar desempleo.
Los cruceros que habitualmente hacen escala en Barcelona y desparraman por la ciudad a millares de turistas que comen, beben, compran y usan taxis, están siendo desviados a otros puertos, y la compañía aérea American Airlines ha recomendado a sus pasajeros que eviten viajar a Cataluña. El turismo es la segunda actividad que se está resintiendo: los hoteleros reconocen que las ocupaciones han descendido en porcentajes muy importantes lo mismo que aseguran los propietarios de bares, cafeterías y restaurantes donde los clientes extranjeros o españoles de otros lugares han caído en picado.
Economistas expertos llevaban tiempo alertando de que esto pasaría tal y como está ocurriendo, y, si los promotores de la independencia persisten en su reto al Estado de Derecho y en su propensión a alarmar tanto a posibles visitantes como a potenciales inversores, el problema irá a más. Es difícil cuantificar todavía las pérdidas millonarias que está suponiendo para la economía catalana el “proces”, pero lo grave es que no son sólo los exaltados del secesionismo los damnificados, que también; lo peor es que quienes realmente pagan los platos rotos son los que no participan en esta aventura irracional.
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Los “paganos” del “procés”
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