Y de repente llegó el JEFTA, un acuerdo de libre comercio que han cerrado este miércoles la Unión Europea y Japón. Con la rúbrica, y a expensas de lo que decidan las Cámaras de representación europeas, el tratado liberalizará el 99% de los intercambios realizados entre las dos áreas, según informa la Comisión Europea a varios medios.
En realidad el acuerdo comenzó a fraguarse en los años 2012 y 2013, cuando empezaron los diálogos. Sin embargo, no ha sido hasta este último año cuando Bruselas no ha puesto todo su empeño. Probablemente motivada por el temor alemán a no mantener su nivel anual de exportaciones, la Comisión Europea está incrementando las relaciones diplomáticas con varias partes del mundo.
Después de Canadá (CETA), ahora llega Japón (JEFTA). La presentación del acuerdo se formalizará mañana en una cumbre que ambas regiones celebrarán en la capital comunitaria, Bruselas.
Desde la Comisión Europea aseguran que este acuerdo se enmarca dentro de la línea que está operando en las instituciones comunitarias: ampliar los horizontes comerciales para mantener las exportaciones. De esta estrategia podría subyacer en realidad la constatación del empobrecimiento de la ciudadanía europea, incapaz de mantener los volúmenes de negocio pretendidos por las grandes empresas.
Opacidad y “secretismo”
En relación al tratado con Japón, hasta el momento, lo único que se ha podido saber del acuerdo es gracias a unas filtraciones llevadas a cabo por Greenpeace. En esas informaciones se detalla, entre otras cosas, cómo el JEFTA plantea la reducción de los aranceles japoneses sobre las importaciones de alimentos agrícolas (de ahí el viaje del comisario de Agricultura) a cambio de eliminar los aranceles en Europa sobre los coches procedentes de Japón.
El acuerdo entre la UE y Japón incluiría también la polémica justicia independiente a los Estados (“Investors Court System”) que derivaría per se en una protección (aun) mayor de los inversores sobre los ciudadanos (convertidos exclusivamente en consumidores, según el tratado).
No obstante, parece ser que este asunto es el más espinoso entre las partes y el que todavía no han llegado a cerrar.
UGT ha mostrado su preocupación ante el acuerdo porque cree que, al igual que el CETA, el JEFTA no es «transparente» y adolece de «rigor democrático», según recoge Europa Press.
La organización sindical ha afirmado que seguirá trabajando con las organizaciones sindicales europeas y japonesas para denunciar la falta de ética de Bruselas y para exigirle que «respete los compromisos adquiridos ante los europeos» e introduzca mecanismos de defensa de los derechos de las personas.
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