Opinión

«La pipa de los americanos»

Cualquier cubano o cubana podrá escribir una larga historia de sus experiencias en esas horas perdidas, apuñaleadas por el indetenible tiempo.

Así tenemos las del combustible. Diesel para ser más precisos. Casi dos días con buenas jornadas improductivas a un costado de la gasolinera de lra y calle 40, en Miramar, a la espera de la llegada insegura del carro cisterna.

En el chat habilitado alguien avisa del arribo y que después de sesenta minutos de reposo comenzará el despacho. Son las ocho de la noche, Anuncian, además, que surtieron 10.000 litros.

Poco más de cincuenta vehículos en fila india. Como que ha entrado en vigor la tarjeta Clásica, que es paga con moneda fuerte dígase euros o dólares estadounidenses, la gasolinera ya ha dejado de ser para servicios exclusivos del cuerpo diplomático y las empresas extranjeras. Quien la posea, así fuera ensillado en un ejemplar caballo árabe con sendos recipientes en alforjas, podrá adquirirlo.

Es la razón por la cual, detrás de un auto diplomático, está un Chevrolet de 1952 o un viejo camión Ford de igual partida nacimiento. Multicolor la concurrencia. También sus choferes.

No hay avance. Los conductores menos pacientes comienzan a mostrar intranquilidad. “Coño, esto no avanza”, se le escucha a uno. Entonces desde la cabeza de la serpiente-fila llega un improvisado emisario para soltar la nueva mala:

-Caballeros, está echando la pipa de los americanos -y en lenguaje beisbolero advierte-: Esto pica y se extiende. Será para largo.

La de los “americanos” no es otra que la de la embajada de EEUU. No viene al frente de ella un espigado marine ni un representante gringo con chicle dando tumbos en boca, sino un moreno cubano, ya mayor de edad, trabajador de la sede diplomática. Le interrogo y responde:

-Esto lleva 1.800 litros, pero tranquilos, que ustedes alcanzan.

“La pipa esa de ‘pin…’,” grita el del camión en una cubanísima expresión de molestia y crítica al bloqueo imperial. Si lo invitaran a ocupar tribuna en Naciones Unidas por seguro diría lo mismo. Allá los traductores con tal palabrota.

Malas nuevas no faltan, además de un momentáneo corte de electricidad que puso nervios en punta. Llega otro y confirma dos camiones de una logística belga en zona franca del Mariel que ni se sabe cuántos bidones traen consigo. Casi dos horas más tarde comienza a notarse el lento acercamiento a las bombas. El petróleo de belgas y gringos ya tomó el regreso a su destino.

Parafraseando un viejo refrán, depósito lleno, corazón contento. Son casi las doce la noche. Regreso tranquilo a casa, reflexionando por el antiimperialismo tan criollo del “driver” del viejo y destartalado camión:

-La pipa esa de “pin…”.

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«La pipa de los americanos»

Aurelio Pedroso

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